Espectáculo: Agua dulce. Cante: Sonia Miranda con Antonio Luis López a la guitarra y Roberto Jaén y David Gavira a las palmas. Guitarra: José del Tomate con Cristóbal Santiago como segunda guitarra, Kiki Cortiñas al cante y Jonhy Cortés a la percusión. Fecha: Jueves 3 de octubre de 2019. Lugar: Sala Chicarreros. Ciclo: Jueves Flamencos de Cajasol
Texto: Sara Arguijo / Fotos: Remedios Malvarez
No llevo la cuenta de los espectáculos de todo tipo que veo a lo largo del año. Muchos por trabajo, otros por gusto y algunos no sé muy bien por qué. En ocasiones llego cansada y me siento culpable, otras me puede la apatía y, a veces, me invade la ilusión y el entusiasmo. En el mejor de los casos hasta me llevo una sorpresa que me dura días. No es cierto que de todos haya aprendido algo y, de hecho, afortunadamente me olvido de bastantes. Pero siempre, eso sí, abro los ojos y pongo el oído, no sólo en el escenario sino también en el patio de butacas. Aspirando a conseguir a través de este peregrino método, el de observar, algunas certezas sobre el arte. Evidentemente, no sirve de mucho porque los factores –y tú misma- van cambiando y te obligan a cuestionarlo todo desde el principio.
Aun así es curioso que, al margen de gustos, preferencias, vínculos personales, fanatismos, conocimiento y sensibilidades, se den noches triunfales donde ocurre algo que desata la euforia colectiva y otras en las que lo que sucede sobre las tablas no suscita ni un ole. En los dos casos es imposible permanecer inmóvil en el asiento. Claro que en uno te mueve la emoción y en el otro el aburrimiento.
Si digo que la reflexión me vino a la cabeza durante la presentación de ‘Agua dulce’, el recital que trajo la cantaora Sonia Miranda y el guitarrista José del Tomate a los Jueves Flamencos de Cajasol, entenderán que no era precisamente la emoción lo que invadía el ambiente. “Ha habido un momento en que se me ha ido la cabeza a otro sitio”, le reconocía la señora de mi izquierda a su acompañante en una confesión que a mí me hizo regresar al mío (mi sitio).
Por supuesto sería injusto decir que los artistas no se entregaron lo suficiente porque no fue así y porque, seamos sinceros, ni siquiera la entrega garantiza el triunfo. Es decir, Sonia Miranda ofreció un repertorio amplio con el que intentó acreditarse como la cantaora solvente que es. Pero no la ayudó ni su tesitura de voz, más bien coplera, ni su academicismo. “Es que canta bien pero no llega”, comentó ahora la señora de mi izquierda regalándome otra vez el más concluyente de los análisis.
Algo parecido le ocurrió al tocaor almeriense que, aunque más luminoso y más fresco, tampoco conectó con unos espectadores ciertamente cansados. Puede que porque el joven se muestra todavía más centrado en su aprendizaje que en transmitir sensaciones o porque, con algún destello de gracia, lo suyo suena ya a manido. “¿Éste es el hijo de Tomatito, no?”, me preguntó la mujer. Ea.
Admito que aproveché que salía más gente para irme antes del fin de fiesta. “Hoy se me ha hecho muy pesado”, le comentaba una amiga a la otra en la puerta. Pues eso, que gracias a todos por haberme ayudado a escribir esta crónica.
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