Espectáculo: Tálamo. Baile: Mónica Iglesias. Idea original: Mónica Iglesias y Luis Mariano. Coreografía: Mónica Iglesias. Asesor de escena: David Picazo. Composición musical: Luis Mariano. Dirección musical: Luis Mariano. Baile: Mónica Iglesias. Guitarra: Luis Mariano. Violín: Yorrick Troman. Cante: Antonio Núñez ‘El Pulga’. Lugar: Sala Compañía. XXV Festival de Flamenco Jerez. Aforo: El permitido.
Con una extensa trayectoria en la compañía de Rafael Estévez y Nani Paños, el Ballet Flamenco de Andalucía, la Fundación de Antonio Gades o el Ballet Nacional de España y el Premio Desplante del Festival de las Minas de la Unión 2018 llegaba Mónica Iglesias al Festival de Jerez para estrenar Tálamo, una propuesta intimista y poética que sigue la línea estética que domina el panorama dancístico del flamenco actual. Esto es, un baile pausado donde la plasticidad está por encima de la emoción.
Así, con evidentes referencias en lo coreográfico e incluso en el vestuario a muchas de sus contemporáneas (como Ana Morales, Patricia Guerrero, Belén Maya o Rocío Molina), Iglesias establece un fluido diálogo sensorial con la guitarra de Luis Mariano, el envolvente violín de Yorrick Troman y la voz de un aplaudido Antonio Núñez ‘El Pulga’, cuya voz cuajada y suspirante, casi en vilo, regaló momentos de cobijo.
De esta forma, la artista intercala fragmentos líricos envueltos en una bonita y engarzada composición musical, con palos clásicos como los tangos o la soleá. Claro que mientras que en su faceta más expresiva encontramos cierta sensibilidad y delicadeza, en lo flamenco percibimos a una bailaora insegura e irregular tanto técnica como coreográficamente. Por lo que lo prometedor que resultaron algunas ideas como esa guitarra que a modo de péndulo le sirve para arrancar el espectáculo o la emotiva pieza donde el cuerpo de Iglesias brota como una flor, no sirvieron para convencer a un público que necesita encontrar en las jóvenes promesas más fuerza y frescura.
Tálamo, por tanto, contiene imágenes bellas, pero sentimos que falta conciencia y profundidad en los movimientos. Sobre todo, en lo jondo, donde Iglesias dibujó giros irregulares, sucios zapateados e inexactos desplantes que produjeron algún que otro silencio incómodo por el retardo en el tiempo del aplauso. En definitiva, un estreno digno pero insustancial. Porque, como decía el filósofo, la belleza que atrae rara vez coincide con la que enamora.