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Milagros Mengíbar
HOMENAJE A Jueves Flamencos – |
Baile: Milagros Mengíbar, Eli Parrilla,
Luisa Palacio
Cante: Manolo Sevilla, Juan Reina
Guitarras: Rafael Rodríguez, Niño Elías
El baile sevillano sigue
vivo
El baile sevillano sigue vivo. Tiene el placer de acoger
en su seno a bailaoras como Milagros Mengíbar que homenajeaba
a la bata de cola en un espectáculo reivindicativo y respetuoso
con una tradición cuyas riquezas quedaron bien demostradas
en las tablas de la Sala Joaquín Turina del Centro Cultural
El Monte de Sevilla, el pasado jueves 18 de diciembre.
Abrió la actuación la petenera. Luisa Palacio, joven
de cuerpo menudo, se afanó en los gestos y el movimiento
de los brazos. El vuelo de su bata aún le faltaba la confianza,
pero sin duda supo crecer a medida que el cante se iba metiendo
es sus huesos. Los flecos de su mantón se agitaron nerviosos
y caldeó al patio para una noche prometedora. Aguantó
el peso de su responsabilidad y el aplauso delató su buen
hacer.
Eli
Parrilla nos trajo las alegrías. Su bata azul con lunares
blancos se movió con salero sin dejar de ser muy elegante.
Sus manos estuvieron acariciando el aire, su bata volaba y arrastraba
por el suelo al antojo de la artista, que domina el movimiento del
mantón y posee soltura para la picardía, la sonrisa,
el contoneo de caderas, los desplantes con coraje y la mirada y
la pose flamencas.
Tronó el graderío con la planta de Milagros apareciendo
por el escenario. Se coloca en el centro y dedica una mirada desafiante,
airada, como conteniendo el arte para no derrocharlo. La bata extendida
delante de ella, preside. Una caña tuvo la culpa de llenar
de olés cada recodo del teatro. Milagros le hizo cosquillas
a no sé qué duende que por allí andaba. Con
sus brazos bien separados del cuerpo, con naturalidad arqueaba el
tronco hacia atrás, la cara al frente, compungida ante las
voces amigas de Manolo Sevilla y Juan Reina con quienes fundió
su baile cuando se acercaban admirados para cantarle. La bailaora
agradecía acaramelada, rodeando al hombre en cada quejío.
Fandangos y alguna soleá de Triana pusieron en pie los vellos
de alguno.
El vaivén de las caderas y el
extremadamente
complejo dominio de la bata de cola
La guitarra de Rafael Rodríguez no se libró del
reconocimiento de Milagros, que bailó a su vera, en una perfecta
sincronía emocional que provocó en más de una
ocasión, a lo largo del espectáculo, agitados momentos
de gozo. Su toque a compás, entrecortado y limpio arrancó
jaleos y palmas. El Niño Elías, se encargó
de acompañar a Eli y Luisa con discreción.
La leve señal de un beso en la mejilla lucían Luisa
y Eli cuando vuelven al escenario para bailar por caracoles, bambera
y guajira. Seguro que las arrumacos de su profesora y amiga les
sirvieron de felicitación y estímulo para mover los
blancos abanicos que subrayaron los dibujos que los mantones ya
habían hecho sobre la nada. Cual palomas al aire, sedujeron
al público impresionado por la simpatía con la que
interpretaron y el bello efecto estético del recurso.
Mirada desafiante, airada, como conteniendo
el arte para no derrocharlo.
Cierra
por cantiñas Milagros Mengíbar, máximo exponente
actual de la escuela sevillana en el baile, con innumerables poses
distintas, infinidad de gestos pertinentes, con garra, finura, simpatía….
Lleva a gala la ponderación de la expresividad con los brazos
y el rostro, el baile parado en el sitio, la “exageración”
medida del vaivén de las caderas y el extremadamente complejo
dominio de la bata de cola, cuyo uso quizás acobarde a otras
artistas por no caer en el descrédito por su ineptitud; frente
a un baile plagado de patadas, saltos acrobáticos y un abuso
del zapateado, aunque también nos embruje. Dos formas distintas
de entender el arte que deberían representarse con igualdad
para enriquecer aún más el baile, a pesar de que una
llegue a empalagar y la otra puede que al aturdimento y al cansancio.
Buenos artistas hay para abanderar dos tendencias tan diferentes,
otra cosa es el gusto del público y el dinero que paga o
no, por ver esto o aquéllo.
Texto: Kiko
Valle
Fotos: Estela Zatania