Texto: Pablo San Nicasio Ramos
Fotos : Rafael Manjavacas
«El Capo»
Miguel Poveda en el Teatro Real 8 de mayo 2012 – 21.00h
Miguel Poveda: cante. Bolita: guitarra y dirección musical. Jesús Guerrero, Manuel Parrilla y Diego del Morao: guitarra. Paquito González y Antonio Coronel: percusión. Carlos Grilo y Luis Cantarote: palmas y coros. Londro: voz y palmas. La Lupi: baile. Carmen Amaya, Joaquina Amaya y Ana María González: coros. Joan Albert Amargós: piano. Olvido Lanza: Violín. Guillermo Prats: contrabajo.
Era, para el flamenco, uno de los partidos del siglo. De esos eventos que se esperan y se anuncian como lo más de lo más y en los que, claro, hay que estar. Aunque, tratándose de Poveda, caballo ganador, el resultado nos lo podíamos imaginar. El absoluto “capo” del panorama flamenco, por goleada.
Del cante y más allá, porque la ambición del catalán, se percibe, le hace programar recitales titánicos que abarcan mundos y continentes musicales, a veces filosóficamente opuestos al cante jondo. Y sin complejos ni temores de ningún tipo. Espectáculos que, aunque largos y sin apenas treguas, revientan un teatro y dejan el listón artístico y empresarial rozando ese cielo que muy pocos conocen como él. Después de dos horas y media largas sobre el escenario, los que madrugaron ese día aún pedían más.
Caras famosas y mucho potentado (la entrada por las nubes). Se cocinaba un DVD conmemorativo, así que era probable que algunos llegasen al día siguiente bastante “tostaos” a la oficina. Todo para recibir con los brazos abiertos una grabación: “arteSano”. Trabajo que no pasará a la historia del cante por revolucionario. Pero sí como toda una demostración de fuerza. Como este y en lo estrictamente flamenco, Miguel Poveda puede hacer seis o siete discos en un mismo año. No canta mejor que nunca ni nos muestra facetas que nos descoloquen, eso parece claro. Pero ahora regresa al cante flamenco acompañándose de buena parte de los mejores de su tiempo, abordando los estilos que quiere, como quiere y en la casa que a él se le antoja. A lo grande, demostrando que es una auténtica apisonadora y que manda mucho en esto, que ha llegado arriba por méritos propios y que sabe qué hacer en ese sitio tan privilegiado.
Y el Teatro Real entregado desde que salió. La misma ovación inicial del paseíllo fue toda una apología de la entrega.
A caminar. Desde la soleá de Charamusco inicial (con la cara lavada) hasta la canción “Fuerza Extraña” todo fue un querer y saber. Además, en la mayoría de los cantes y coplas, fue también un poder.
La fiesta constó de dos partes. Una primera, la más larga, con el disco como eje. Poveda trajo su artillería pesada y un corolario de guitarristas, palmeros, coros y hasta tacones para que no hubiera dudas. Todo programado y meticulosamente engarzado. Los cambios de guitarristas (qué grande eres “Diegodelmorao”) la brevedad en los cantes “difíciles de oír” (los tientos y la seguiriya un suspiro), la intensidad en los palos que (re)calentaban al público… A la hora de espectáculo ya había algunos con reuma de levantarse a aplaudir.
Y mensaje. “A los bestias” en la “Ruiseñora”, copla que va camino de “Hit”. También los escépticos, en su tradicional reivindicación del flamenco y la copla como artes paralelas. Y mensaje a los maestros, algunos presentes, “dignificadores del arte”. Arte en el que hoy manda él.
Concierto que además fue una gran oportunidad para músicos que todavía no figuran en las grandes carteleras y que puede que no se vean en otra igual. Poveda es un trampolín y, en general, dieron el callo. Y los que no apenas tuvieron eco.
Segunda parte, más breve, introducida por él mismo en jugoso “speech” que dio paso a copla y un homenaje a Morente con un collage de algunas de sus piezas y donde destacó una atrevida y jerezana “Aurora de Nueva York”. Lo dicho, sin complejos. Para el flamenco lo mejor había pasado, pero para la industria había que hacer una película donde todos entrasen. Incluso su inédito “Fuerza Extraña”, tema que evoca a Caetano Veloso y que tuvo lugar para que el pack sea “Poveda total”.
Hasta veintidós números donde los pequeñísimos dientes de sierra para el aficionado se vieron compensados por las intensas emociones de un conjunto difícilmente superable. Este hombre podría poner un parque temático a su nombre. Sería emocionante. Y rentable. Ya está tardando.