Texto & fotos: Antonio Conde
Del 18 de julio de 2012 al 31 de agosto de 2012
JARDINES DEL GENERALIFE. GRANADA
Elenco artístico Nuevos cambios se tornan este año para honrar la memoria de García Lorca dentro del espectáculo que cada año se representa en los jardines del Generalife. Rubén Olmo, director y coreógrafo del Ballet Andaluz de Flamenco, ha sido el encargado de dirigir el guión en forma de doble espectáculo: de un lado 'Metáfora' obra que tiene un rodaje de varios meses y de otro 'Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías'. Nuevos tiempos corren para la compañía andaluza de flamenco. La juventud del director no deja de ser un reclamo aliciente y una aventura para resolver un pasado con luces y sombras dentro de la dirección de esta compañía. El guión que han presentado y que, durante todo el verano se va a representar en el Generalife es un programa doble. Una suma de ideas, de formas de entender el flamenco, desde el prisma lorquiano y desde el punto de vista filosófico de Nietzsche. Puestos a pensar, si aplicamos puntos de vista filosóficos a la obra de Lorca, no habría fin para las representaciones; pero no todo vale. La elección por el filósofo alemán es nueva, al menos para con Lorca. Extrayendo postulados y teorías aplicables al poeta granadino se abre un sendero que podría dar respuesta y sentido a 'Metáfora'. La primera parte es una suite flamenca ciertamente costumbrista y con destellos que nos trasladan al pasado. Alegrías figurativas que dejan paso a Patricia Guerrero, en homenaje a la escuela sevillana y en particular a Matilde coral, siendo ésta (Patricia) protagonista indiscutible de la noche. Del cuerpo de baile a la imaginación de Guerrero, con bata de cola invadiendo el generoso espacio escénico y regalando una calidad abrumadora. A pesar de su juventud, la granadina lo tiene todo para erigirse en figura solista en poco tiempo. Es muy personal, de técnica brillante en sus giros y caderas y generosa en los remates. Da igual que haga jaleos o tangos de Graná; su versatibilidad es admirable. Es camaleónica por segundos. Se produjeron algunos cambios a reseñar, pues los artistas invitados (Antonio Canales y Pastora Galván) no estaban anunciados para este fin de semana, por lo que el taranto fue a parar a Carlos Cardoso y Marta Arias en paso a dos. Se completó esta primera parte con bulerías (protagonizadas por Patricia Guerrero) y tangos grupales. Una primera parte, breve, recortada de la obra original que no parece sino un añadido para completar temporalmente la segunda parte.
Tras un descanso a todas luces suprimible, el poema que Lorca dedicó al torero Sánchez Mejías es el eje vertebrador. Una historia de amor oculta, un visión intimísta de las relaciones personales, una relación entre intelectuales y toreros, entre la sociedad sevillana de la época, entre las fiestas flamencas de Pino Montano. Todos los ingredientes para un triunfo. Pero las transiciones y los recorridos no acabaron de cuajar. Por bulerías y con el cante de Fabiola un nutrido grupo de artistas representan una fiesta en la finca del torero. A partir de aquí, algunas secuencias inconexas musicalmente; desde el Fuego Fatuo de Falla a 'Esa noche' de Riqueni. Otros elementos musicales se quedaron en mera reseña, que quizás habría que haber destacado en su justa medida; veáse, el piano 'lorquiano' musicalizado por Cristian de Moret. A destacar la composición musical de David Carmona a lo largo del espectáculo. Entre tangos de Graná, bulerías, fandangos, pasodobles, seguiriyas y el cuerpo de baile diseñando las danzas se rellenaron minutos hasta acabar en lo interesante de esta segunda parte. La voz en off de Canales recitando el poema, es el elemento necesario para dar un cambio sustancial. Aquí la historia es otra; la representación se torna lógica, comprensible y elogiable. Con un cuerpo de danza convertido en astado aparece Sánchez Mejías (Eduardo Leal) en su última faena. Una faena que Leal culminó con calidad. Se convierte en matador de toros por seguiriyas, advierte la tragedia y la dibuja sobresalientemente. Rubén Olmo (Lorca) danza tras la muerte buscando la esperanza de la vida. Hasta aquí una representación completa y elaborada coreográfica y escénicamente, pero que se ve oscurecida por el alargamiento sin sentido de la muerte del torero y los pensamientos del poeta tras la misma, lo que lleva a aburrir por momentos. Sin embargo, estampas muy flamencas y conceptualmente bien diseñadas disimulan este alargamiento temporal y nos hace olvidar el reloj. Del final de soleá por bulerías hay que quedarse con el instante final antes de quedar a oscuras y recoger aplausos. |