El madrileño Corral de la Pacheca abrió
su escenario la noche del pasado sábado 15 de noviembre
al arte de la cantaora María Toledo y de la bailaora
Rocío Molina. Un mayor número de público
que en anteriores sábados pudo adelantarse en el tiempo
descubriendo dos buenas propuestas de futuro.
La
noche comenzó con todo un despropósito hacia
los típicos tópicos que indican ciertos origenes
familiares y territoriales para poder hacer ciertas cosas
en el flamenco. Sobre el escenario, una jovencísima
cantaora toledana que apenas llega a los veinte años
de edad. A la guitarra, un tocaor de sobrada experiencia,
Pepe Nuñez. Comienzo por tientos que posteriormente
se convertirían en tangos, con un buen concepto del
compás y cierto sentimiento gaditano. Posteriormente
una liviana destinada a derivar en una serrana; es más
que reseñable no solo el hecho de que una cantaora
tan joven se interese por incluir en su repertorio aspectos
que salgan de lo comercial, sino que además haga su
interpretación como si llevara más de una década
haciéndolo. Para seguir vendría otra vez el
sabor gaditano con unas alegrías bien metidas en compás,
y siguiendo ésta misma base rítmica, una soleá
con bastante estilo de Joaquín el de la Paula por Alcalá
de Guadaira.
Finalmente ante la ovación del público interpretaría
sin micrófono una letra de fandangos de Emilio Pozo,
concejal de cultura del cordobés munipio de Puente
Genil, en la cual levantó al público asistente.
Gran nivel artístico el de María Toledo, que
a pesar de tener todas las cualidades necesarias para hacer
un producto meramente comercial, va más allá
profundizando en todo tipo de cantes.
Después de una breve pausa, llegó el momento
de Rocío Molina. La jovencísima bailaora malagueña
convierte cada escenario donde pisa en un sentimiento flamenco
de dificil descripción literaria. A una técnica
perfecta se le añade una buena forma de manejar el
aire dotándole incluso de elementos teatrales de una
manera similar a la de artistas como Eva la Yerbabuena o Manuela
Vargas. Comenzó con una taranta que terminaría
al compás de tangos, con un baile elegante, rozando
sensaciones en cada leve movimiento. Posteriormente haría
una soleá que por unosminutos se convertiría
en una bulería que terminaría derivando finalmente
de nuevo en la soleá.
A
destacar nuevamente los elementos teatrales en su actuación,
las entradas y salidas al escenario… realmente espectacular.
Importante la presencia a la guitarra junto a Miguel Manzano
de Antonia Jimenez, siempre es una buena noticia poder disfrutar
del toque de una mujer, tendencia que debiera ser más
común en el ámbito flamenco. Ambos junto al
cante de Miguel “El Picúo”, Miguel “de
la Tolea” y las palmas de Elsa contribuyeron a engrandecer
aún más todavía el buen hacer de la joven
bailaora malagueña, que seguramente guardará
en algún rincon de su corazón el sonido de los
prolongados aplausos que provocó. De este modo terminó
una noche con mucho arte y mucho futuro.