Madrid. Circo Price. Inverfest. 27 enero 2021
Comenzó la Peláe por su canción más conocida “La Niña”, esa en la que habla del bar de la esquina “que sólo van chicas”. Sonido urbano contemporáneo y desparpajo “del-de-toda-la-vida” con dobles sentidos y pasmo y chascarrillo de comadres con ombligo al aire pantalón de cuero negro ceñido (de imitación) con pata de elefante rodeada de su percusionista de confianza (Antonio Bravo) a la batería, mesa de salón comedor talla grande con ordenador y operario con guitarra eléctrica, un guitarrista de melena encrespada, la trompeta de Carlos Sarduy y un saxofonista, probablemente cubano.
Comenzar por la canción más famosa de tu repertorio significa que tienes confianza en lo que tienes por delante. María Peláe es un cantautora que se defiende muy bien en las distancias cortas, toca la guitarra con ritmo como una manifestación más de una personalidad burbujeante de esas que te pillan desprevenida cuando el auditorio entero se ríe del chiste y tú aún estás buscando dónde están los subtítulos.
El auditorio parece compuesto por un público que se conoce las canciones y las referencias de una artista que confiesa que ha vivido a unos metros del circo Price en un pisito “con vistas a la humedad” en ese barrio de Lavapiés que ha servido de inspiración para más de un tema del repertorio.
Han pasado tres canciones hasta que la cantante malagueña ha empezado a hablar y uno descubre que ella conoce a la mitad de un respetable acostumbrado a sus giros verbales. Torrencial pa tó, la Peláe nos conduce por un estilo musical que comienza y acaba en Lola Flores y cuando ya pensábamos que ya estaba todo dicho y cantao viene María y nos vuelve a interpretar el “cómo me las maravillaría yo” como la piedra filosofal sobre la que construir el rap en español.
En la canción de las humedades (si se achucha, entra) cuenta que se le aparece Lola Flores. No es una abducción chunga ni una aparición tipo las caras de Velmez sino en plan bien con su vinito de jerez y su rollo positivista. Al rato todo el personal canta al unísono y en el sitio: “Un mojón pa tí”. Sin avisar ni ná, rollo familiar, si no te lo has estudiao, tú te lo pierdes.
María conecta con el universo surrealista de la Flores que, recuerden, siempre fue un verso suelto de nuestra música popular. Emparejada en los años cuarenta con Manolo Caracol nunca dejó de ser la comidilla de la España profunda, conquistó América con bata de cola en los 50, fue inspiración y delirio durante el franquismo, la transición y la democracia. La conocí en los años ochenta y en una rueda de prensa nos dijo aquello de “Compraros el disco”. Alguien gritó: “A nosotros nos lo regalan” sin entender que Lola hablaba para el planeta entero, los periodistas somos los mensajeros ¿o no?.
María Peláe interpreta “Burundanga” que en aquel disco grabó con su comadre Celia Cruz, un temazo que fue promocionado en Telemadrid en uno de aquellos “shows” televisivos presentados por un ventrílocuo en el que Lola Flores hizo su parte y el de la cantante cubana. Con un par. Si eso de la tele es una mentira en playback ¿por qué no iba a ponerlo de manifiesto? Eso es lo que hacían en las mismas circunstancias los punkis como Siniestro Total.
Hay detalles así en el show de la Peláe. Suena un tema con una base electrónica muy potente, ella abandona la escena pa taparse el ombligo y enseñar los botines, mientras el guitarrista hace un solo como de jazz tirando a heavy, la melena al viento y entretanto los “pipas” van colocando una sillas en media luna, anticipando lo que vendrá. Es “el momento Pata Negra” que decía -de los nervios- el mánager de los Ronaldos, maldiciendo los problemas de sonido que provoca una banda eléctrica cuando se vuelve acústica a mitad de la faena.
Unos tanguillos de Cádiz sirven para encontrar una nueva dimensión flamenca después de una pieza de jazz flamenco en la que presenta a su comadre la flautista en un contexto heredado de Paco de Lucía, o así.
Hay pequeños detalles que demuestran que el show puede mejorar, incluso hay espacio para dar más música (y lo que se ofrece es mucho y “güeno”). Apareció Kiki Rivera con su guasa gaditana y su guitarra. María anunció cómo y cuando pedir un “bis”, interpretó a solas “se nos rompió el amor” a medio camino entre la versión de Rocío Jurado y la de Fernanda o Bernarda y acabó a toda pastilla con el personal rendido.
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