Caminar hacia el final de la cola del circo Price te permite un vistazo sociológico al público de la Llergo, gente muy joven a la que no recuerdas de otros eventos flamencos. Puede ser el mismo público que llenaba los teatros con Rosalía y Refree, o no. Entre los colegas de la prensa me cruzo con Javier “Carne Cruda”. Dentro se forma un ambiente de entusiasmo expectante. Aparece la cantante con un espectacular vestido de volantes rojo-intensa-emoción y escuchamos una base electrónica “down tempo” sobre la que flota la voz de María José. La primera ovación delata que es eso precisamente lo que han venido a escuchar.
La cantante presenta a Josemi Carmona y ahí descubrimos que el guitarrista que lleva es Paco Soto, interpretan “Las simples cosas” una canción que hemos escuchado en la voz de Chavela Vargas. No sé si el lector ha probado el repertorio de Fernanda y Bernarda en otras voces, pues con el de Chavela ocurre eso, que te colocas frente a un abismo. Me concentro en el trabajo de los guitarristas pero ahí no está el foco del asunto.
Suena “Canción de soldado” de Chicho Sánchez Ferlosio, un clásico contra la dictadura de Franco que publicaron en Suecia en 1963 que habla de mineros y proletarios, de la patria y eso.
“Dicen que la patria es/ un fusil y una bandera. Mi patria son mis hermanos/ que están labrando la tierra”.
Se anuncia por tangos y escuchamos con nitidez la guitarra de Paco Soto que introduce con nervio y poderío el “Gurugú” de la Niña de los Peínes tal cual la grabó en 1946. A esas alturas el personal ha lanzado 17 exclamaciones ¡Guapa! Contestadas una a una por la cantante ¡Guapa tú! Que se acuerda de todo el mundo excepto del tocaor que tiene al “lao”. Ha presentado a las dos palmeras que llevan el compás a la vera misma del ordenador que, a ratos, también se apunta a eso: a marcar el compás. Si me dan a elegir, me quedo con ellas.
Vuelve el “down tempo” una base electrónica lenta que me hacen vibrar los cristales de las gafas. No es algo que no hayamos escuchado antes en Bjork o Massive Attack a finales del siglo pasado. En aquellos tiempos la cantante islandesa cantaba cada verso como si no supiera como iba a cantar el siguiente y eso mantenía a los escuchantes en la cuerda floja. En cambio, desde Brixtol las propuestas de Massive Attack o Tricky basaban el equilibrio en permanecer en la sombra. En ambos casos el oyente mantenía una relación de afecto con las vibraciones electrónicas que eran las que te mantenían vinculado a las canciones. Al menos esa era mi manera de escuchar y sentir aquello. Cuando escucho las canciones “aéreas/ambientales” de María José Llergo ya sé hacia donde van… y me aburro.
Sin embargo, tengo buenas noticias para el sector “flamenco/ambiental” hoy tenemos una corriente bastante nutrida (en calidad) caso del proyecto Salazar de la cantaora Bego Salazar (una temporada en Las Migas); Mariola Membrives que grabó las canciones “de Lorca” y la Argentinita con el contraste de la guitarra de Marc Ribot y añadiría las grabaciones de Silvia Pérez Cruz que, sin ser específicamente flamencas, tienden a flotar por encima de armonías y arreglos de jazz, flamenco o música latinoamericana.
Flotar es la clave, lo es para este tipo de cantantes y también lo es para el público. En ese contexto surgió la mejor de las noticias posibles: la presencia del cantaor flamenco del momento y el que más recursos tiene, Israel Fernández, capaz de ordenar, fijar y dar esplendor las composiciones de Juan Antonio Salazar el más genial de nuestros cantaores “caóticos” (escuchen a Israel con Pedro Ojesto en “Carmen”). Total que todo eso chocó con una mala idea: hacer una versión a dos voces. ¡Ejem! Son cosas que requieren rigor y disciplina. Luego volvió a salir Israel y lo hicieron por la parte legítima, primero uno y luego la otra, con unas seguiriyas (creo) lanzadas a toda velocidad por las bases electrónicas y un “el-que-pueda-que-me-siga” que te puede dejar turulato y/o traspuesto.
Luego hizo algo muy flamenco en los bises, pero este cronista estaba en otro planeta.
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