Text: Isaac Rodriguez
Fotos & video: Rafa Manjavacas
BAILE CIRCULAR
Festival Suma Flamenca Marco Flores 'Tránsito' 13 de junio – Teatros del Canal |
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No sé si será por la crisis, que recorta presupuestos y abarata los cachés, o por el afán de nihilismo que es hoy moneda corriente en cualquiera de las artes, pero el caso es que las compañías de baile sufren, como todo, recorte de personal. Pero esto no es grave, y hasta se agradece, porque muchas veces sobran guitarras, palmeros ojeadores y virtuosos del tantarantán. Sólo tres personas acompañaron a cada uno de los bailaores en esta noche, tan flamenca como la que más. (Con tres patas nunca cojea el taburete –ni siquiera en desnivel–, pero si hay más, ya es probable que renquee la mesa ceremonial). Tres migueles para Fuensanta: Miguel Lavis, al cante; Miguel Iglesias, a la guitarra; y Miguel “El Chayenne”, en la percusión. Y tres marcajes para Marco Flores: Mercedes Cortés, al cante; Jesús Núñez, a la guitarra; y Ana Romero a las palmas. Todos cooperando en su justa medida, que no hace falta más. El espectáculo de Marco Flores se titula “Tránsito”, y es, ciertamente, un recorrido espaciotemporal: el que traza un minutero en una hora cualquiera de cualquier acontecer. Sesenta minutos, justos, duró su exhibición. Que comenzó con el tic-tac, monótono y acompasado, de un testarudo reloj, y terminó, como empezara, con el tic-tac, testarudo y pertinaz, de un monótono reloj. Un poema circular, piedra de sol, que se muerde la cola. Esa precisión de metrónomo reclama un baile sin desvaríos: como el de Marco Flores, que hace de sus manos manecillas y de sus brazos aspas de molino gigante. Es el suyo un baile serio, preñado de jondura y elegancia, sin efectismos de saltimbanqui, humilde en su grandeza y, a la postre, sutilmente provocador. Los cantes de trilla –con la voz en off de Valderrama, siempre tan gratificante–, que devienen en bulerías, y, luego, en seguiriyas; la malagueña, con rondeña y jabera; y las cantiñas de Cádiz, constituyeron sus tres pilares fundamentales, a los que el bailaor supo imprimir su particular cromatismo, sin desentonar en el discurso. Al éxito de su espectáculo redondo contribuye poderosamente el cante juncal de Mercedes Cortés, que brilló, sobre todo, en los cantes de Málaga y en una Zambra caracolera dicha con especial jondura. La misma jondura que derrochó, después, Fuensanta la Moneta, con su baile tan enjundioso y tan gitano. Un romance –con el buen cante de Miguel Lavis– que entronca con el polo, sirvió de base para el baile primero de Fuensanta: un baile de mantón anaranjado que la granaína hace virar con reciedumbre, componiendo estampas de cartel. Después, arrebatadora, por alegrías. Y, sin descanso, un bolero flamenquísimo en el que nos quedamos bobos con sus giros de vértigo, sus brazos hélices, su retorcer de muñecas,… Ver a Fuensanta en esos trances es como contemplar un remolino de amapolas. Tras una toná, que sirvió de asueto a la bailaora, apareció luego con vestido negro, tan guapa, para torear por bulerías, para ventearse por serranas y para quebrarse en los tientos-tangos que sirvieron de colofón a su baile portentoso y circular. El público agradeció, puesto en pie, la entrega y la bonanza de los dos bailaores; dos jóvenes puntales del baile presente que están llamados a figurar, con letras de oro, en los mejores carteles. Video: Marco Flores Fuensanta la Moneta Mercedes Cortés
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