Cía Manuela Carrasco
«Un sorbito de lo sublime»
Teatro Albéniz. Madrid. 3 de febrero, 2007. 20.30h
Baile: Pedro Sierra y Miguel Iglesias. Percusión: José Carrasco.
Texto: Sonia Martínez Pariente. Fotos: Rafael Manjavacas Lara
A sorbitos va ofreciendo Manuela Carrasco su baile en este montaje en el que se ha rodeado de un excelente grupo, con el que le dio un hueco importante al cante, que tuvo bastante protagonismo.
Manuela Carrasco abre bailando por tarantos acompañándose del mantón. Es una pieza sencilla, pero Manuela le da empaque y sus movimientos desprenden mucha clase.
Las dos cantaoras la Tobala y Samara Carrasco flanquean al guitarrista Pedro Sierra para cantar por tangos. Samara, hija de Manuela, tiene una voz muy flamenca, rajada, que impregna los tangos de gran jondura. La Tobala con una voz más suave y matizada también hace gala de su flamencura.
El Torombo baila por alegrías. Su baile es impulsivo, de fuerza desmedida, que le hace poseedor de un estilo personalísimo.
Enrique el Extremeño, un fijo en el grupo de Manuela, canta por trilla, con el buen hacer del que hace gala habitualmente.
Todo transcurre en la línea de lo racial y lo puro que impone siempre la Carrasco. Con la salida al escenario de Manuel Molina se engrandece el arte. Sus cantes por bulerías salen a borbotones y los dispara cargados de sensibilidad. Manuela Carrasco le da la replica bailándole, se funden el cante de Manuel y el baile de Manuela, arte al cuadrado. Se saborea lo sublime.
De nuevo las cantaoras ocupan la escena. La Tobala por malagueñas nos permite llegar a un escalafón más de su cante, con mas registros y tonalidades, especialmente en los abandolaos a los que enriqueció en matices. Samara cantó y también bailó por bulerías, trasmitiendo la herencia de su madre. Le puso fuerza y poderío.
La Soleá, es el sorbito quedeja Manuela Carrasco para paladear al final. La bailaora se vuelca en ella, ayudada por su grupo, que la arropa y jalea como nadie. Vestida de torera es donde Manuela entra a matar. Con su personal movimiento de brazos, sus gestos distinguidos y raciales, su rabia puesta en los pies, logra momentos de gran calidad artística.