Baile: Manuela Carrasco Guitarras: Joaquín Amador, Miguel Iglesias Cante: Pepe de Pura, Antonio Zúñiga,
Samara Amador Palmas y Baile: Bobote Percusión: Joselito Carrasco Artista invitado: Rafael de Carmen
A pesar de algunos elementos imperfectos,
una velada flamenca con la gran Manuela Carrasco siempre es
un regalo.
Sólo
una semana después de que la Sala Joaquín Turina
de Sevilla recibiera a Juana Amaya, la princesa del baile
flamenco gitano, el día 23 de enero de 2003 le tocó
el turno a la reina: Manuela Carrasco. Dentro de la hora y
veinte minutos sin descanso que duró el programa, la
bailaora interpretó romance bulerías, seguirillas
y su perenne soleá, que sigue siendo donde más
lucen su temperamento y elegante belleza. Sigue echándose
de menos la bata de cola. Figura de hembra faraónica
y majestuosa, ese moño apretado y siempre sus corales
– una estampa perfecta que anteriormente la bailaora tenía
costumbre de completar con la bata de cola que actualmente
es empleada por sólo unas pocas. La señora está
más guapa que nunca y su baile es fruta madura en su
mejor momento a pesar de ciertos movimientos y pellizcos 'actualizados'
que no pegan mucho con el estilo clásico y auténtico
de la artista.
Figura de hembra
faraónica y majestuosa
Rafael de Carmen que figura como artista invitado y único
bailaor aparte de Manuela, queda algo huérfano dentro
del contexto del recital con su taranto y alegrías.
Ni baila con la bailaora, ni es capaz de competir con la enorme
personalidad, temperamento y autenticidad de la misma. Hace
más acrobacia que baile y es frío e hiperactivo
hasta un extremo francamente irritante. La textura del elenco
quedaba más equilibrada el año pasado cuando
la Carrasco llevaba a dos bailaores de segunda que no pretendían
a figura.
Joaquín
Amador está caliente caliente
Joaquín Amador, marido de Manuela y tocaor principal
está caliente caliente. Ha resistido algunas 'nuevas
tendencias' a la vez que ha puesto su flamenquísimo
toque al día con discretos detalles perfectamente asimilados.
Otro componente familiar es Samara Amador, hija de la pareja.
Guapa hasta doler los ojos, derrocha personalidad y juventud
cantando y bailando unos tangos (de la Repompa y extremeños)
en formato festero. Como artista es simpática sin más,
pero su intervención ofrece un grato cambio de aire
y encaja perfectamente. Los cantaores Pepe de Pura y Antonio
Zúñiga son competentes y correctos pero poco
inspirados, aunque también es cierto que Manuela nos
tiene mal acostumbrados con el cante del gran Enrique Extremeño
para acompañar su baile. Como siempre, el palmero y
festero Bobote está para envolverlo y llevárselo
a casa – lección instantánea en lo que es la
esencia del baile por fiesta. Quizás el presentar y
destacar su pataíta como todo un número independiente,
con el relleno de mucho cante preliminar, sea algo forzado
que no hace más que disminuir el impacto de su intervención.
Igual que el buen coñac, Bobote se aprecia mejor a
sorbitos.