Texto: Sara Arguijo
Fotos: Remedios Málvarez
Guitarra: Manuel Valencia Cante: David Carpio y Felipa del Moreno Percusión: Cepillo Palmas y compás: Carlos Grilo, Manuel Salado y Diego Montoya. Lugar: Sala Chicarreros. Sevilla
‘Con éste canta cualquiera’
Con éste canta cualquiera -que no es lo mismo que cualquiera canta con este- piensa uno irremediablemente cada vez que escucha a Manuel Valencia. A pesar de que él, en un acto de generosidad, expresara por el contrario lo fácil que le resultaba tocar para el elenco de artistas que le rodearon en su estreno en solitario en el ciclo sevillano de los Jueves Flamencos de Cajasol.
El jerezano, ¡qué alegría!, nos recuerda lo que tiene este instrumento de cercano, de familiar y de reconocible. Lejos de otras sonantas evocadoras que exploran sus caminos por las armonías y nos hacen mirar al infinito, Valencia nos ofrece un toque terrenal y estremecedor pellizcándonos el cuerpo con su pulgar y haciéndonos cosquillas en el alma con su rasgueo. Como si acompañara siempre aunque no tenga a su lado a quién acompañar.
Su guitarra suena original por lo que tiene de clásica pero también por lo que tiene de personal, sobre todo en un momento en el que es tan difícil no dejarse atrapar por las modas. Es decir, este Giraldillo Revelación se presenta ante la afición como un descubrimiento por ser capaz de que su sonanta parezca bañada en vino de Jerez y, sin embargo, sepa a otra cosa.
Como evidenció con el soniquete que le imprimió a la bulería por solea con la que inició el recital, el pellizco de la absolutamente novedosa rondeña de José Luis Balao, el mimo de los fandangos con mineras o la sincera sobriedad de unas sobrecogedoras siguiriyas, Manuel Valencia se mantiene fiel a su mástil y no tiene prisa por parecer ni por resultar.
Además, a su guitarra dan ganas de echarle papas y, por eso, funcionó tan bien acompañado por Felipa del Moreno y David Carpio al cante y las palmas y el compás de Carlos Grilo, Diego Montoya y Manuel Salado. Claro que el pitote se lió cuando su guitarra se dejó arrastrar en la soleá por bulerías por los pies de El Junco o viceversa. Este bailaor elegante, natural y generoso dio una lección de franqueza en cada uno de sus movimientos. Repetimos, qué alegría, emocionarse con este flamenco llano. El que no presume del más difícil todavía y sin embargo alcanza la complejidad extrema al lograr que el público abandone la sala creyendo que puede cantar una letra o pegarse una patadita.