Manuel Liñán «Reversible» Suma Flamenca – Reseña & fotos

Manuel Liñán Reversible

Manuel Liñán Reversible

Texto: Silvia Cruz Lapeña

Fotos: Suma Flamenca

Artistas invitados: Lucia Álvarez «La Piñona» y José Maldonado
Colaboración especial: «El Torombo»
Cante: Miguel Ortega y David Carpio
Guitarra: Francisco Vinuesa y Pino Losada
Percusión: Miguel «El Cheyenne»

Orgullo flamenco

Si te han herido, baila. Si te han aplastado, grita. Si el orgullo de ser hombre, mujer, las dos cosas o ninguna se te evapora, ponte una bata de cola. Eso hace Manuel Liñán en “Reversible”, obra que presentó en Madrid cuando en la ciudad se celebra la semana del Orgullo LGTB. El bailaor lo celebró a lo grande y el público lo agradeció aplaudiendo con pies y manos durante varios minutos.

Con esta obra, el granaíno vuelve a su infancia, una llena de juegos, recreada en un paso a dos complejísimo junto a José Maldonado, que estuvo exquisito. El show tiene hilo, el de una vida que se materializa en una cuerda que aparece en diferentes momentos, ya sea como lazo que te une a los amigos; como atadura que te obliga al amor con quien no quieres o como ring en el que el hombre se debate y habla con su suerte. 

El “Romance de la monja” es el palo que aparece a cada rato, el que sutura la obra. Atentos quienes no conozcan la letra porque ahí está el quid que trató Liñan: 

Mi madre me metió a monja
por el velar de mi dote.
Me cogieron entre cuatro,
me metieron en un coche.
Me pasearon todo el pueblo
y a una y a dos a dos
me iba yo despidiendo
de las amigas que tengo.
Me pararon en una puerta,
me metieron para adentro.
Me quitaron gargantilla,
las alhajas de mi cuerpo
y en una fuente de oro
a mi padre se lo dieron.
Me quitaron la ropilla,
me vistieron de picote
y en alta voz gritan todas
“pobre inocente.”

 

El protagonista de esta historia, que no es mujer ni hombre, vive forzado y a ratos, también humillado y de esa cuerda que aparece en escena a cada tanto se va librando mientras baila. Después del juego y el crecimiento, Liñán se sube a un cuadrilátero a bailar por alegrías con Lucía “La Piñona”, que no puede ser más fina y más precisa, y se enfrenta, más que a la mujer, al rol femenino. Él vestido de él, ella de ella, para luego salir vestido el uno con el traje de la otra y viceversa. Esas alegrías, aderezadas con unos pasos maravillosos de Torombo y toques de humor, fueron preciosas. 

El cante de este espectáculo precisa una mención aparte. David Carpio, de sobresaliente  Miguel Ortega, para chillarle de jondo. Estuvieron ambos al servicio de la obra, lo pusieron todo y el público se lo devolvió. 

José Maldonado estuvo a punto de quitarle el protagonismo a Manuel en alguna ocasión pero dice mucho y bueno del coreógrafo que se acompañe de gente tan luminosa. Liñán sacó lo mejor de sí en los tangos y la soleá. Con los primeros se puso zumbón y demostró que está mejor cuanto más enérgico y con la última pieza se regodeó en la falda y el mantón, que no son disfraz, ni siquiera símbolo. Son gritos, ya no de socorro, sino de autoafirmación. 

 

 

 


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