Espectáculo: Pie de Hierro. Dirección: Manuel Liñán. Asesor de escena: Alberto Velasco. Coreografía y baile: Manuel Liñán. Música: Víctor Guadiana y Juan Campallo. Colaboración y asesoramiento musical: David Carpio. Palmas: Ana Romero y Tacha González. Cante: David Carpio. Guitarra: Juan Campallo. Violín y guitarra eléctrica: Víctor Guadiana. Batería: Jorge Santana. Lugar: Teatro Romano de Itálica. Ciclo: Festival Internacional de danza de Itálica. Fecha: Viernes 23 de junio de 2023. Aforo: Un tercio.
Defender la libertad, en cualquiera de sus manifestaciones, no va sólo de hacer lo que a uno le venga en gana y pedir que los demás lo acepten. Va de quererse, respetarse, entenderse, valorarse, admirarse, aceptarse y desprenderse de los miedos, complejos, prejuicios y herencias tóxicas. Y va también de no implorar clemencia ni pedir permiso por ser o estar. De no necesitar la aprobación del otro pero sí agradecer y estar dispuesto a recibir su afecto. Es decir, quienes ya tenemos una edad sabemos que no basta con tolerar, que es mucho más enriquecedor cuestionarnos y practicar el amor con generosidad.
Hasta esta reflexión me lleva el ‘Pie de hierro’ con el que Manuel Liñán abrió este viernes el apartado flamenco del Festival Internacional de Danza de Itálica (que se inauguró el pasado día 20 con el estreno de ‘Take off dance’). No porque la obra contenga ningún mensaje social ni se plantee como una reivindicación explícita, sino porque aquí el bailaor se desprende de sus ataduras físicas y emocionales para invitar al diálogo y buscar el abrazo.
En este sentido, el espectáculo, programado con tino en este fin de semana de orgullo (aunque sorprendentemente con apenas un tercio del aforo), sumerge al espectador en un vaivén de conflictos, relaciones y emociones íntimas que tiene mucho que ver con todas esas cargas que arrastramos desde niños.
Así, en este tránsito sentimos que acompañamos a Liñán en una suerte de catarsis personal donde el artista aparece en plenitud, desprendido y exultante. El bailaor, profundamente creativo y personal, despliega aquí todos sus recursos sorprendiendo con cada gesto nuevo o movimiento inesperado. Porque si de algo puede presumir el granadino es de su riqueza coreográfica y su versatilidad para pasar con la misma naturalidad por los distintos estados que abarca la propuesta, desde la crudeza de la seguiriya a la frescura de las alegrías pasando por la sensualidad de la farruca.
Es verdad que en este Teatro Romano, en una calurosa noche de verano de cielo estrellado donde hasta los grillos parecían haber acudido puntualmente al ensayo, costó más conectar con la emoción que concentró la obra en su estreno en el Festival de Jerez. Y que algunos problemas técnicos (como el zumbido de algún altavoz) nos distrajeron de la sugerente y atractiva banda sonora del espectáculo, sostenida por las manos pujantes y envolventes de Juan Campallo y Víctor Guadiana, que regalaron de nuevo uno de los momentos más mágicos con su duelo cruzado de guitarras flamenca y eléctrica en el que se cruzaban sombras y acordes.
En cualquier caso, volvimos a celebrar con Liñán la felicidad que da mostrarse como eres, siendo capaz incluso de jugar con lo que en otro momento te atormentaba y reírte de ti mismo. Igual que nos sentimos orgullosos de la diversidad de la danza flamenca. Ésa que a veces algunos no aceptan y muchos desconocen.