Texto & fotos: Estela Zatania
Sábado, 24 de junio, 2017. 2230h. Colegio Salesiano, Utrera
Grandes figuras para homenajear a un artista singular
Cante: Capullo de Jerez, Cañeta de Málaga, Pedro el Granaíno. Baile: Manuela Carrasco y su compañía. Cuadro local con el baile de Sofia Suárez, la guitarra de Pitín hijo y el compás de Gaspar de la Teresa, Nico Peña y Jesús de la Buena entre otros.
Cuando el país entero está sufriendo los efectos de una ola de calor, el patio del Colegio Salesiano de Utrera pudo reunir a un público numeroso para la sexagésimo primera edición del Potaje Gitano de Utrera, decano de los festivales tradicionales de flamenco.
Dicen muchos que es un formato caduco, y cierto es que sin figuras mediáticas para atraer al gran público, la taquilla sufre. En el año 2004, la Hermandad de los Gitanos que organiza el venerable evento, vio multiplicada la asistencia con el homenaje al cantante Alejandro Sanz. Otras figuras populares como Isabel Pantoja, Lola Flores o Raphael habían sido igualmente homenajeados desde entonces. Pero el año pasado, el homenaje a Paco de Lucía marcó un regreso al sistema anterior, de destacar a intérpretes directamente flamencos. En este año 2017, se ha celebrado la carrera y aportación de Miguel Peña Vargas, “Miguel Funi” para la afición, a sus 78 años uno de los artistas más admirados del flamenco, representante de la mítica familia Peña Pinini que define el flamenco utrerano lebrijano. Ni cantaor ni bailaor propiamente dicho, sino ambas cosas, “festero” por antonomasia, especialista en una especialidad casi en desuso en el nuevo milenio.
El programa de artistas respetaba la intención tradicionalista. El Capullo de Jerez con Manolito Jero a la guitarra, entregó el filin jerezano en su habitual mega dosis, con su peculiar elegancia e inconfundible personalidad propia. Soleá por bulería con sabor de tabanco, inventando y creando sobre la marcha, y fandangos naturales que incluían estilos del Niño de Los Barrios y Manuel Torre, con la voz imposiblemente rota que tanto gusta a cierto sector. Tangos que querían ser rumbas, y bulerías también sui géneris.
Cañeta de Málaga, ole ole y ole. Como dijo Antonio Ortega, presentador del festival, no diremos su edad sino que nace en 1936. Por si alguno no recuerda qué es el flamenco, porque cada día el producto queda más difícil de definir, sólo tiene que ver a esta señora que reúne todo aquello que no se aprende en el conservatorio o la academia, te lo destila a su esencia más concentrada y te lo entrega listo para el consumo. Con su cuadro familiar, el gran Antonio Soto a la guitarra, José Salazar, cantaor veterano y esposo de la artista, Loli Cañeta y Kiko el Tiriri, armó tal belén que se fundieron las luces. No es broma.
Después de sanear el problema de las luces, Pedro el Granaíno, cantaor que ha logrado construir una carrera de solista después de muchos años cantando para los mejores bailaores, vino a sorprender y deleitar a la afición utrerana. Un inconfundible olor a Camarón tiñe todo lo que hace; el legado del de la Isla está injertado para siempre en el flamenco. Tenía palabras halagadoras para Miguel Funi antes de entregar su cálida voz por soleá, tientos de canción, siguiriyas, bulerías y fandangos naturales con el acompañamiento del guitarrista Patrocinio hijo.
Después de un audiovisual en torno a Miguel Funi, el compañero Manuel Bohórquez desglosó la carrera de aquél, hablaron representantes municipales y el artista homenajeado aceptó diversos honores antes de ofrecer una breve muestra de su arte.
Después de un numeroso cuadro local, en el que se destacaban el cantante Manuel de Angustias, el guitarrista Pitín hijo o la jovencísima bailaora Sofía Suárez entre muchos otros, la diosa del baile flamenco puso el broche de oro. Hay los que dicen que el baile de Manuela Carrasco tiene cierto aire masculino debido a la enseñanza de su padre. Más bien diría que esta influencia da lugar a la sequedad de la bailaora, la ausencia de superficialidad o exageración y la elegancia incorruptible de su estilo. Majestuosa y sublime en su registro habitual, destacándose la guitarra de su esposo Joaquín Amador y la voz de su hija Samara en un numeroso atrás.
Así hervía la olla del Potaje anoche en Utrera.