Texto & fotos: Antonio Conde
Después de cuatro semanas intensas y hasta dieciocho espectáculos de baile, se cierran las puertas del Corral en esta decimocuarta edición.
Una edición que ha respondido a las expectativas que suponen ser una de las mejores muestras dedicadas al baile de nuestro país y la mejor de Granada. Analizando brevemente el ciclo por semanas, en prácticamente todas ellas ha habido luces y sombras; nos quedamos con los destellos de gran creatividad, sabiduría en las tablas y conocimiento de algunos de ellos.
Anabel Veloso vino de Almería para dar cuenta que de que el trinomio cante-baile-toque bien concebido es el mejor argumento para triunfar. Para Anabel objetivo cumplido. Y no sólo por la acertada composición de su cuadro, sino por las formas que ha elegido para mostrar que lleva dentro. Añadió la flauta, saxo y armónica de Diego Villegas que no hicieron sino completar una actuación excelente. Tres coreografías para tres bailes, todas ellas medidas, tanto en el tiempo como en la argumentación. Se inicia con guajira, corta e intensa. Ya son tradicionales tanto el abanico como la bata de cola en esta variante musical, pero hay formas de vivirlos que hacen al baile diferente. Anabel posee la virtud de ser figurativa sin recurrir a elementos estéticos demasiado trillados como son la utilización excesiva de sus bajos para buscar un aplauso. Y aquí reside su calidad. De los tangos impecables de Naike Ponce en el cante a la soleá bailada de Anabel y al taranto del 'Coloraito'. Un sólo de guitarra muy armonizado, con arreglos cercanos a la 'bossa nova' y el acompañamiento de la flauta de Diego Villegas que estuvo magnífico toda la noche. Me comentaba una gran bailaora algecireña que, en ocasiones, es necesario un artista más en el escenario a pesar de suponer recibir menos económicamente. El resultado con Diego fue recibir más en el escenario, y como ella apuntaba, al final todos salen ganando. Culminó su trabajo con alegrías con la misma firma utilizada a lo largo de la noche: baile escueto, maduro y reposado.
El miércoles vimos una cara conocida en el Corral. Repite por segundo año consecutivo. Lidón Patiño volvió para obtener la alternativa. A pesar de su juventud la joven castellonense tiene grandes virtudes. Rellena el escenario con pocos recursos, tira de un braceo sin complejos y se apunta varios tantos en los remates, ya sea por taranto como por tangos o alegrías. El cante de Roberto Lorente, afinado y laino en la bambera contrarrestó con la vidalita de Saray Muñoz, desafinada y excesiva en el volumen. Como cierre Patiño terminó firmando unas alegrías con mucha fuerza expresiva tanto en lo escénico como en lo corporal.
Fue el granadino (Santa Fe) Luis de Luis el encargado de cerrar filas y puertas de esta edición de 'Los veranos del Corral'. La mayoría de los festivales dedicados al baile eligen grandes espectáculos para abrir y cerrar sus ediciones. Será para arrancar con buenas expectativas y cerrar con buen sabor de boca para atraer al personal el siguiente año. Luis de Luis es de esos artistas que podría estar en la élite del baile. Y sino está es porque no quiere. Tiene tanta personalidad que cuando se le ve empezar a bailar lo primero que se nos viene a la cabeza es que imita o más bien sigue la estética de Farruquito. Pero esperar tan sólo unos minutos y ver sus movimientos nos da la respuesta de que nada tiene que ver. Bien es verdad que ambos son eléctricos en la utilización de sus pies, de sus quiebros, del soniquete, pero aún siendo tan aparentemente parecidos son diametralmente opuestos.
Tras un problema de carácter técnico con el micro de la guitarra de Luis Mariano, Luis de Luis se inicia por taranto. Su baile, como apuntaba, es efectista, muy electrizante en los pies, en los brazos, en los gestos de su cuerpo. Desgranó seguiriyas y soleá por bulerías apoyados ambos cantes por Juán Ángel Tirado y Antonio Campos y las guitarras de Jose Andrés Cortés y Luis Mariano. Tanto en la seguiriya como en la soleá por bulerías destacó por su potencial en el taconeo, muy intenso y denso durante toda la noche, aunque llegó a parecer repetitivo en los remates. Cortés tuvo su momento a solas con la guitarra, muy largo en el minutaje pero completo en la ejecución. Antonio Campos quiso dedicar unas malagueñas muy sentidas a sus progenitores, cante éste complementado con la malagueña del Mellizo de Tirado y fandangos del Albaicin.