Texto: Antonio Conde
Fotos: Ana Palma
1ª semana: Fuensanta La Moneta, Jorge Pardo, Dorantes & Mayte Martin
Siendo ya XVI ediciones de la muestra flamenca 'Los Veranos del Corral' no es de extrañar que si hacemos un balance y recorrido por la nómina de artistas que han pasado por él, sean pocos los que queden por venir. Y es que desde sus inicios, han pasado la casi totalidad de artistas jóvenes del panorama flamenco y algunos de los pesos pesados. Tantas ediciones dan para mucho, entre otras para valorar la solidez de un ciclo muy cuidado que se mantiene como el referente veraniego de lo jondo en Granada.
Un formato sencillo, dedicado casi en exclusiva al baile, salvo un par de excepciones, es un leit motiv necesario y suficiente por otro lado para dar por hecho un sobresaliente ejemplo en los nuevos tiempos de festivales.
Sea posiblemente uno de los años en los que la calidad artística de los que van a pisar este escenario en esta décimo-sexta edición esté en niveles de los grandes eventos y citas nacionales.
La Lupi, Patricia Guerrero, Jesús Fernández y Anabel Moreno, Pepe Torre, Manuel Liñán o El Pele conforman un variado abanico de posibilidades para entretenerse en las próximas semanas.
A esto hay que añadirle la inmejorable semana que acaba de cumplir y de la que le traemos cuenta.
La Moneta fue la encargada de abrir la muestra de baile.
Son ya muchas ediciones en las que la artista granadina abre o cierra las puertas del Corral casi cada año. Y a cual mejor.
No es de extrañar que estemos ante la realidad de una bailaora que forma parte de la élite del baile flamenco. No sólo por su discurso, sino por los conceptos que utiliza en la creación de su baile, la arquitectura que lo sostiene y su forma de entenderlo.
No es nuevo nada de lo que hablamos. Es sólo el vigente recuerdo de una estética personal, privativa de una bailaora que lo es todo en el baile. Sorprendentemente, si algo tiene esta bailaora es que el aficionado sabe que todavía no ha descubierto todo lo que hay en su mente y lo que es capaz de aportar, de crear, de recrear. Y todo ello con una naturalidad endiablada.
Las cantiñas iniciales marcaron un camino: el del buen gusto. Fueron distintas. Marcadas por la fuerza que da el entreno del Sacromonte durante años y la añeja sabiduría de una joven artista que domina el tiempo y el espacio como pocas. Luís Mariano a la sonanta enriquece todo aquello que toca. Vaivenes de flamenquería durante una noche que se hizo mágica.
El resto de componentes del cuadro sobresalió en los cantes por derecho. Desde una liviana y seguiriya sin guitarra en la voz de Matías López 'El Mati' cargada de profundidad hasta el romance, la toná o la debla de Miguel Lavi en iguales circunstancias. Completaba el cuadro un soberbio Miguel 'Cheyenne' con percusión. Capítulo aparte el magisterio de este artista cuyo protagonismo no es otro que el de saber estar, aportar y dosificar en justa medida su trabajo.
Muchos artistas han intentado honrar la memoria del desaparecido Morente. Y pocos lo han conseguido con el gusto con que lo hicieron Lavi y el Mati. Bulerias morentianas en los coros con el toque personal de Luis Mariano.
Cambio de tercio, de tiempo, de compás y paso a los tientos principiados con zambra moruna unidos al recuerdo de Gaspar de Utrera en el cante. El tono de taranta de la guitarra pareció presagiar un cambio en las tornas. Esto es, empezar con tientos-tangos y terminar con taranto. No fue así y La Moneta volvió a hablar con su danza, a decir de donde viene y porque es quién es. La más sacromontana de Las Monetas cerró una noche para el recuerdo, que tuvo su bis con bulerías de Utrera-Lebrija.
La semana depararía un más que interesante recital de música. Música sin cante pero con muchas letras y mucho que decir. La flauta de Jorge Pardo habló sola, dibujó el cante, hizo que uno tararease a Camarón de la Isla y siguiera las notas de la guitarra de Paco de Lucía.
Fue Pardo el maestro de ceremonias de Josemi Carmona y Bandolero en una noche de fusiones, de fondos musicales flamencos aunados con jam session al más puro estilo jazzístico. El juego de melodías pasaban de la guitarra a la flauta y al saxofón acompañados de la percusión y la batería de Bandolero. Eterno Camarón durante la velada, ya fuera con la bulerías de Cádiz de la Perla o los cuatro muleros y eterno Paco en el recuerdo con Almoraima y la sutileza musical de Jorge Pardo.
Acertada fue también la presencia de Dorantes para la noche del miércoles. Hablar de piano flamenco es hablar de David Peña. De la saga de Lebrijano y Los Perrate, el lebrijano es el referente más vanguardísta de un instrumento al que Arturo Pavón ya puso en la estela flamenca hace décadas.
Dorantes vino a desgranar parte de su último trabajo discográfico, pero con el añadido de investigar en la fusión con el jazz y la bossa-nova. Espacio para la zambra, los aires de ida y vuelta y el continuo paso del 4X4 al 3X4 y viceversa. El contrabajo de Francis Pose y la percusión de Javier Ruibal armazaron el impecable 'toque' de Dorantes. Como no podía ser de otra forma su archiconocido 'Orobroy' cerró la noche con un público entregado y sobre todo a la espera de escuchar esta pieza.
El fin de fiesta semanal firmó un sobresaliente a la semana. Una semana en la que el duende no se dejó ver en forma de cante exclusivamente, sino de música. Lo que nos dice que el duende no sólo está en la jondura del cante añejo, en un tercio de soleá o seguiriya sino en una forma de expresar que traspasa esa anquilosada visión de que sólo aparece cuando hablamos de cante en sentido estricto.
La catalana Maite Martín tiene como premisa cantaora acordarse de hacer cantes que pocos artistas incluyen en su repertorio. Aquellos a los que la flamencología ha puesto la etiqueta de poco flamencos. Y hay que recordar que es el artista quién lo hace flamenco. Cantar por peteneras o garrotín no es usual en un recital de cualquier festival pero ahora llega Maite y nos recuerda que estos cantes están ahí y que artistas de la talla del Niño Medina, La Niña de los Peines o Manuel Torre ya grabaron es cante maldito.
Maite es arriesgada y lo mismo hace una malagueña con rondeña y fandango del Yerbabuena que encara la seguiriya o el fandango de Huelva. De las cantiñas al garrotín o a las bulerías no hay mucho espacio en su mente creadora, en su personal forma de justificar los cantes y dotarlos de matices melismáticos. Con el mismo gusto que hace todo esto es capaz de meterle mano a unas bulerías de Lole y Manuel en las que se toca la guitarra a si mismo, como ya hacía a finales del XIX Paco de Montilla o Anilla la de Ronda. El resto del recital fue Juan Ramón Caro el encargado de sostener magistralmente las notas musicales del cante de la artista.