Los Tarantos. Barcelona Teatre Musical

 

“Los
Tarantos”

en el Barcelona Teatre
Musical

Hasta el 31 de octubre, 2004.

Texto: Juan
Toro Barea
Fotos: David Ruano

Carmelilla Montoya, Juan Carlos Lérida, Ana Salazar,
Candy Román, Virginia Ureña, Juan Mateos, Cristobal
García, Rubén Olmo, Miguel Cañas, Antonio
Castro, Eli Ayala, José Galán, Inma Garrido,
Yolanda Cortés, Cosi ‘El Chato’, Iván
Alcalá, Angel Güell, Fede Gómez, Susana
Medina. Cante: Miguel Lavi, Joaquín Gómez, Chicuela,
Miriam Vallejo . Guitarra: Eduardo y José Andrés
Cortés. Saxo-flauta: Cesc Miralta, Guim García.
Violín: Carlos Caro. Violonchelo: Vito Iglesias. Teclado:
Jumitis Tutupá, Jordi Barceló. Bajo: Javi Martín,
Juan Antonio Guerra. Percusión: Isaac Vigueras ‘El
Rubio’, José Santiago ‘El Juarman’.
Batería: Yuan Sánchez. Música original:
Chicuelo con la colaboración especial de Tomatito.
Coreografía: Javier Latorre. Director: Emilio Hernández.
Director orquesta: Eduardo Cortés. Coreografía:
Javier Latorre.

“La História de los Tarantos”,
es una obra de Alfredo Mañas que narra la lucha de
un hombre y una mujer, que combaten por imponer su amor ante
la persistente obstinación de sus respectivas y enfrentadas
familias por impedirlo: Los Tarantos y los Zorongos, dos clanes
gitanos enfrentados por una vieja historia de amor truncada
que, antes de emparentarse, recurren al odio, la venganza
y la tragedia.

La
obra, que fue llevada a la gran pantalla en 1963 por el cineasta
Rovira Beleta y protagonizada por Carmen Amaya y Antonio Gades,
está ambientada en el Somorrostro barcelonés
de mediados del siglo pasado; un lugar presidido por las barracas,
la miseria, el analfabetismo y la desventura, y que fue caldo
de cultivo de un submundo marginado y marginal al que la sociedad
avanzada siempre dio la espalda, y ante el que cierra los
ojos y levanta muros para negar su existencia.

Ese es el fondo de la cuestión, y ese es el concepto
sobre el que Emilio Hernández, director del musical,
quiere llamar la atención por encima de cualquier otro
valor. “Vivimos en la Europa de la inmigración,
de la mezcla de sangres y culturas, y eso genera conflictos
en un mundo donde se levantan muros como el de Palestina;
por eso Los Tarantos está ahora tan vivo”.

Efectivamente, la puesta en escena de Los Tarantos, supone
un compromiso social con la causa gitana y con cualquier otra
causa marginada, y cómo no, una esperanza de futuro
contra las barreras que impiden la paz.

Pero,
siendo importante la visión social y política
de esta obra, por lo que de actual y reivindicativo se sostiene
sobre su tesis, no lo es menos el argumento y la validez artística
de la misma; todo un reto pocas veces afrontado, al menos
desde una intención claramente flamenca.

Cuando uno se acomoda en la butaca del Barcelona Teatre
Musical, espera una sucesión de cantes y bailes interpretados
por una larga nómina de artistas que no pertenecen
a la facción más glamorosa y elitista de lo
jondo, y que tratan decentemente de hilvanar una historia.
Pero la realidad es muy otra; pues el talento y el esfuerzo
denodado de unos hombres y mujeres que, por su formación
flamenca no están familiarizados con la faceta interpretativa
de la representación teatral, dan sus frutos y de qué
manera.

Explora y remueva la conciencias
políticas del momento…dignifica al tiempo la primera
seña de identidad andaluza: el flamenco.

El montaje empieza con un cante por tonás, mientras
en una pantalla gigante se ofrecen imágenes retrospectivas
del Somorrostro. Seguidamente, el hilo argumental evoluciona
hasta nuestros días a través de la historia
de tres generaciones. Mientras, nos muestran el violento enfrentamiento
y el odio recrudecido de dos familias gitanas y enemigas de
Barcelona: Los Tarantos y Los Zorongos.

   

 

Ismael, el Taranto joven al que da vida el bailaor Juan
Carlos Lérida, conoce a Juana, La Zoronga, interpretada
tan sorprendente como gratamente por Ana Salazar. Los dos
jóvenes, presos de la pasión, se prometen amor
eterno y se quieren hasta que, despertando de la unión
y el amor una mañana, descubren la rivalidad de sus
respectivas familias. Soledad, la madre Taranto, que cobra
vida y autenticidad en una genial interpretación de
Carmelilla Montoya, se ve sorprendida, seducida y fascinada
por el baile de Juana, lo que le hace superar el odio familiar
que, Rosendo (Candy Román), el padre Zorongo se resiste
a olvidar. Todo ello, llevado con un hilo narrador y una puesta
en escena dinámica y atractiva, y con un profundo respeto
a un estilo y un lenguaje musical que convierten a esta obra
en mucho más que un experimento.

Definitivamente, el musical “Los Tarantos”,
no es sólo una mirada nostálgica y evocadora
del Somorrostro barcelonés, sino que, explora y remueva
las conciencias políticas del momento, y dignifica
al tiempo la primera seña de identidad andaluza: el
flamenco.

No podemos olvidar, aunque sólo sea de modo telegráfico,
la aportación del guitarrista “Chicuelo”,
autor de la música en colaboración con “Tomatito”,
que ha creado una banda sonora exquisitamente delicada. Ni
la coreografía funcional y elegante de Javier Latorre.
Ni el trabajo del resto de la compañía, que
no por menos significativo es menos importante. Qué
decir de Juan Encueros, el borrachín de la playa encarnado
por Miguel Cañas, o de las guitarras de Eduardo y José
Andrés Cortés, el resto de los músicos,
el vestuario, la iluminación, de hecho, cada detalle
de esta admirable producción.

Más información:


 



Salir de la versión móvil