Texto & fotos: Rufo
Miguel El Rubio, Charo De Los Rubio, Antonio «El Ingueta» , Luis De Los Rubios, Camarón De Pitita
Café Berlín – 24 junio 2016
Los Rubios: hipérbole a la creatividad
¿De qué te vale tener todo el talento técnico del mundo si no eres capaz de diferenciarte de los demás? Esa debe ser la premisa básica que todo artista debe aportar a su obra. Ser reconocible, tener un sello, aportar evolución a una faceta artística. Si hay una estirpe dentro del flamenco que goza de un indiscutible sello propio, esos son los Rubios. Su genealogía se pierde en la raíz del mismo arte jondo y son quizás Tío Antonio El Rubio y Joaquín El Canastero los abanderados de una forma de esculpir el cante absolutamente particular. Sus letras y sus melodías por fandangos, tangos o bulerías han sido legadas a su descendencia que ha sabido seguir aportando matices a lo ya creado.
De esta forma se presentaba el espectáculo de Los Rubios encuadrado en la Suma Flamenca de Madrid, que contaba con el marco incomparable de uno de los templos musicales de la capital, el renovado Café Berlín. Para la ocasión 4 de los hijos de Tío Antonio -Miguel, Charo, Luis y Camarón de Pitita- y un nieto –Antonio Ingueta-. Además contaron con dos miembros de otra de las familias más emblemáticas de la capital, Vaki Losada –guitarra- y Lucky Losada –percusión-.
El recital fue un alarde a la creatividad y a la sensibilidad. Abrieron a capela Miguel, Charo, Luis y Antonio por jaleos, a los que le siguió la vertiginosa versión de My hay por bulerías de Camarón de Pitita. Luis puso el acento malagueño haciendo los cantes de aquella tierra para seguir por tangos de la casa y fandangos.
No sólo aportan música Los Rubios, también poesía. Sus letras son preciosas y muy distintivas. Turno para el joven talento de la familia, Antonio Ingueta, uno de los cantaores más interesantes de Madrid. Antonio sabe reelaborar todo el tejido familiar para pasarlo por su particular forma de decir. Buscador incesante de tonalidades que a la mayoría le son inhóspitas y para él son el pan de cada día. Nos enseño el bueno de Antonio, que se aun se le puede dar una vuelta de tuerca a cantes como las tonás o la granaína. Granaína que por cierto remató con aires que se entremezclaban con el fandango de la casa. Una delicatesen.
Posiblemente el culmen emocional de la velada fue la intervención de La Charo. Ella ni siquiera es profesional, se le nota la timidez y comete fallos ocasionalmente, pero desde luego quedan tapados de sobra con su capacidad de transmisión. Su sensibilidad es equiparable por momentos a la de su padre, Tío Antonio. Sus bajos son cuchillos que hacen del cante un lamento dulce. La canastera en su voz supo a gloria, así como su manera de cantar por soleá y bulerías. La finalidad de toda obra de arte es emocionar. Su cante es una obra de arte ergo emociona. Inmensa.
La noche la cerró el heredero natural al patriarcado familiar, Tío Miguel El Rubio, otro de los cantaores más personales y más sensibles de los que se compone el flamenco. Nunca sabes por dónde puede salir, pero la pasada noche en el Berlín, hizo méritos para alzar el cante gitano-familiar a los altares. Romera acordándose del Chaqueta de incontestable calidad. Las bulerías por soleá que cantó a continuación son dignas de estudio para todos aquellos que hablan de la no evolución/creación dentro del cante. ¿Por qué no se habla de la bulería por soleá de los Rubios? Cerró con el cante insignia de la familia, el fandango, pero esta vez a compás de bulería, constatando que esta familia representa un asteroide en movimiento frente a un universo estático.