«La cara de Buster Keaton»
Leonor Leal & Antonio Moreno «En talleres (in progress y por primera vez)»
José Manuel Gómez Gufi
Decíamos ayer ( por la semana pasada) que el baile flamenco contemporáneo se ha convertido en un género en sí mismo en el que se juega a los espejos. El bailaor contra el bailarín. Las vanguardias del Siglo XX contra la tradición ¿milenaria?. La improvisación frente a la partitura. El Flamenco contra Lo Flamenco.
Aparece Leonor Leal y lee un manual de baile hecho con los pies. Antonio Moreno (Proyecto Lorca) hace garabatos en un folio y luego lo rompe. Saca una castañuelas y sigue entonando la lección. ¡Se come la castañuela! No parece que haya un código secreto ¡son de chocolate!
Contar estas cosas es como describir una peli de cine mudo, va Chaplin por la calle y parece que cojea, se desploma una casa sobre Buster Keaton y pone cara de…
La bailaora se pone en posición y taconea, el escenario parece la trastienda de un ensayo, un bombo, una silla, una escalera, otra escalera más pequeña, un flexo… y el gag es de chocolate. Moreno también ha comido de la castañuela del bien y del mal. Solo es un gag. No hay ni mensaje ni metáfora a la vista. De momento.
Ella está flamenca, aunque no lleva ni traje ni moño. Lo suyo es un corte de pelo con flequillo de aire afrancesado y falda-pantalón (ahí tampoco hay mensaje) y taconea flamenca frente a Moreno que toca la caja y el vibráfono. Huye del compás definido, ella está en el sitio aunque no completa los ciclos pero tampoco los deconstruye al estilo de Israel Galván.
La narración no existe, no hay cante, ni compás entero. Se suceden los episodios en el collage y parece que entonan la del “yo me subí a un pino verde” (Lorca con la Argentinita) pero no, parece un juego.
Leonor se sienta, se sacude el polvo de la pierna, Antonio Moreno le quita la caspa (metafórica) de los hombros y la bailaora y el percusionista hacen reaparecer el compás.¡Brillante!
El pasa a la cara de ella que ofrece las posibilidades suficientes para seguir en el sitio, los mofletes y los labios siguen por la senda del bien. Parece Chaplin con onomatopeyas.
Se quedan en posición, a un suspiro del beso más reproducido del mundo: La chica y el soldado yanqui en la liberación de París. Al pasmo sigue el gag. El ciclo termina con una sesión de bostezos que Antonio Moreno transforma en soleá. Luego hay un cante murmullo, otro hallazgo. Intentas averiguar qué canta pero te quedas a medio camino.
Así son los francotiradores del baile flamenco contemporáneo, dos personas llenan el escenario que antaño poblaban regimientos de bailaoras con peinetas y lunares coloraos… Si me dan a elegir, yo me quedo con Leonor (con Antonio Moreno; también, pero menos) y, de pronto, ocurre que desde el otro lado del espejo… Leonor Leal nos canta y nos cuenta el método y el tran tran y nosotros, el pueblo… ¡perdón!. Nosotros, el público, nos ponemos en posición inversa y deambulamos, un pié aquí; el otro, pa´ llá, la cadera suelta, la sonrisa juncal (a punto de jartarse a reír y con un puntito de ironía). Espléndido… pero tienes que pararte a pensarlo, como Buster Keaton, se te acaba de caer un edificio encima y… “tienes la cara de haber pasao una noche mala”.