Las flamencas de LaboratoriA: a la justicia por la belleza

Flamencas de LaboratoriA

Flamencas de LaboratoriA

Texto: Silvia Cruz Lapeña
Foto portada: Paula Jané

“Reniego de mi sino”, cantan Anna Colom y Cristina López en un esbozo de seguiriya. “Reniego de mi sino”, dicen en el mismo tono y con las mismas palabras que emplearon en su día Tomás Pavón o Chocolate. Pero es 2018 y si hasta el lugar donde cantan, El Dorado, prefiere llamarse Sociedad Flamenca a llamarse peña, está claro que nada significa hoy lo mismo que hace 50 años.

Esa es la idea que subyace en “LaboratoriaA: Una mujer fue la causa”, performance que sacan adelante la guitarrista Isabelle Laudenbach, las cantaoras Anna Colom y Cristina López y la bailaora Aina Núñez aunque atribuirles una sola tarea a cada una es decir poco del trabajo que hacen las cuatro sobre las tablas. Todas cantan, casi todas bailan y se persiguen y se emulan por el escenario, como si fueran sombras unas de las otras, o mejor, hermanas. Porque eso es lo primero que queda claro en LaboratoriA: el trabajo de equipo, el equilibrio perseguido, como si en todo lo que han pensado hubiera una necesidad de hacer justicia.

“Por todas las tocaoras que quisieron tocar y no pudieron”, aúlla López mientras Laudenbach la acompaña refutando con sus dedos el pasado. “Reniego de mi sino”, dicen y cantan e interpretan en un espectáculo que es una reivindicación pero es artística. Porque el mensaje queda claro desde el primero minuto, pero también sus argumentos: no es un discurso hecho al calor de la actualidad, es un pensamiento parido a fuego lento por cuatro artistas que llevan años formando su poso y su sello.

Núñez bailó una farruca en la que fue mitad mujer y mitad hombre y luego casi hombre y casi mujer en la que huía de la verticalidad buscando sus curvas, las suyas, no las impuestas por manuales y normas estéticas que dicen qué es bonito y qué es feo en una mujer que baila. Danzó con el cuerpo anudado por corbatas una seguiriya que levantó al público del asiento porque hay que ver la capacidad, no ya dancística por supuesto, sino interpretativa de esta bailaora de furia milimétrica.

En la escena, una loop station creando ambiente. Replicando la voz de López y creando una atmósfera opresiva porque si hace décadas podían ser la casa, el campo o la crianza las trampas en las que podía verse atrapada una mujer, hoy ya está claro que también puede serlo las ciudades, la intelectualidad y el arte. Contra todo eso cantan, bailan y tocan en LaboratoriA, donde el nivel de emoción va aumentando a medida que avanza el espectáculo hasta llegar a la soleá que Colom perfila con su voz larga y trabajadísima y que desemboca en una nana a la que se suman sus compañeras. Juntas, en comunión, cantan desde el suelo en un juego armónico que cortó la respiración de un público que no quería perderse ni un detalle, ni una palabra, ni un calambre.

“Una mujer fue la causa de la perdición primera”, recitaron al final las cuatro recuperando letras del pasado que como bien dijo Núñez, con ironía “son de lo más inspiradoras”. Así hicieron del fin de fiesta una reivindicación divertida y rotunda. “Soltera te has quedao, alguna faltita te habrán encontrao” o “Filomena, levántate y ponme el café” cantaron y bailaron conocedoras de la tradición pero dispuestas a inventar la suya. Ninguna pidió borrar nada, ni quitar una palabra, ni olvidarlas. Lo que pidieron ellas, las artistas, es que la dejen en paz: crear en paz, parir en paz sin perder el trabajo, opinar en paz sin recibir insultos, tocar la guitarra en paz y sin prejuicios y lo exigirán dando guerra si es preciso.

Pero en LaboratoriA hay también celebración. De ser mujer, de estar aquí, de haber recibido un legado que recogieron, por ejemplo, haciendo sonar la voz de Chavela Vargas y admirándose entre ellas. Lo llaman sororidad y en realidad, es hermandad sin más. Y el resultado es el mismo de cualquier obra que se hace con conocimiento, sentido y amor por el flamenco: la belleza, pero una belleza no sujeta a normas de hace un siglo, una belleza puesta en su contexto, en su momento.

Este espectáculo pide ya un escenario más amplio, quizás algo más de luz y de color, y desde luego, más público. Porque la sala de El Dorado estaba llena pero sería interesante ver cómo se desarrolla una propuesta como esta en un teatro grande. Público no le va a faltar: la propuesta de LaboratoriA es performance pero es jonda, tiene calidad técnica y estética, conmueve, es hermosa, creativa y necesaria. Núñez, López, Colom y Laudenbach han decidido buscar justicia por el camino de la belleza. ¿A alguien se le ocurre un punto de partida más flamenco?

 

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