Silvia Cruz Lapeña
Artistas descendientes de exiliados españoles presentan una obra que recuerda a Dolores Ibarruri a través de canciones, poemas y documentos sonoros de la Guerra Civil.
“Que la tortilla se vuelva / y los pobres coman pan / y los ricos coman mierda”. En la de Pasionaria en el Festival de Nîmes hubo momentos así de rotundos. Se llamó a las cosas por su nombre y no quedó lugar a dudas del posicionamiento de una obra creada por la cantaora Clara Tudela y el guitarrista Gregorio Ybor Sánchez, ambos hijos de exiliados españoles.
La cita tuvo lugar en el Teatro Odeón, donde abundó el público de origen español que llenó el recinto y que las tres de la tarde le pareció una hora tan buena como cualquier otra para maldecir la guerra, el exilio y a Francisco Franco. “Traidor vil, asesino de mujeres y niños del pueblo español. / Tú que abriste las puertas del fascismo, tendrás eternamente nuestra maldición”. Así lo cantó Tudela, que expresó rabia y reclamó justicia por tangos, bulerías, seguiriyas o martinetes, pero que también fue tierna y melodiosa cuando se alejó del flamenco para entrar en registros más próximos al jazz o la chanson.
En francés y en español
Pasionaria es un ejemplo de lo mucho que puede aportar el teatro musical de pequeño formato bien armado y bien pensado. Para la ocasión, el grupo contó con la actuación de la actriz Julie Pouillon, que recitó versos de Louis Aragon, Miguel Hernández y Albert Camus. Todo en francés y en español porque de ambas culturas beben por igual quienes se subieron a escena y por eso, además de ser un espectáculo hermoso, profundo y emotivo, podría representarse en cualquier teatro de España.
Pouillon fue la encargada también de dar voz a Dolores Ibarruri. Lo hizo de un modo espeluznante al leer fragmentos de sus memorias, El único camino, escritas en 1962. La voz de la líder comunista también se pudo escuchar en una grabación que sirvió para separar los sketches que componen el espectáculo, donde también se escucharon trozos de discursos de Franco, Hitler o Mussolini.
Entre documentos sonoros y declamaciones, Tudela siguió haciendo sus cantes con furia y aplomo: “La huerta de los caminos / la pisan los caminantes / y a la mujer del obrero / la pisa cuatro tunantes / de los que tiene dinero”. Clara, que fue cantora oficial de la Academia de Danza Flamenca de Lita Peiro en Montpellier, podría ser por su garganta una versión flamenca de la brutal cantante napolitana Pietra Montecorvino, pero su actitud es más contenida.
Show en rojo
Musicalmente Pasionaria es una obra impecable en la que destaca el piano de Raphaël Lemonnier, que es una exquisitez. Para hacerlo redondo, la percusión de Xavier Desandre puso la sal y el contrabajo de Pedrito Martínez la gravedad que ese espectáculo precisa.
Al final, para recordar el sueño de todo el que emigra o se exilia, el grupo recurrió al tango e interpretó una versión de “Volver” facilona y edulcorada, pero a esas alturas no importaba. No a un público apelado, que cantó al son de los músicos un “Ay, Carmela” con aires de bulería que los artistas repitieron en el bis. Por todo eso, ayer el Odeon, generalmente incómodo y lúgubre, resultó cálido. Contribuyeron las luces rojas de la escenografía, pero también el público en general y un espectador en particular que, arrastrando las erres, intensificó calor y color al gritar “¡Que vivan los brigadistas!”.