Espectáculo: Nací Canción. Voz: Encarna Anillo. Guitarra: Andrés Hernández Pituquete. Percusión y coros: Roberto Jaén. Fecha: Jueves, 16 de julio de 2020. Ciclo: Noches del Alcázar de Sevilla. Aforo: Lleno.
Todo es raro, pero se olvida con la vida y con la emoción. Con el viaje musical que propuso Encarna Anillo en la inauguración del mítico y necesario ciclo de las ‘Noches del Alcázar’, con el calor que obligaba a mover el abanico y con la hormiga que recorría inquieta el papel donde tomaba notas.
En este tiempo, salimos del encierro, nos hemos abrazado con familiares y amigos, hemos retomado la actividad, nos hemos reído a carcajadas, hemos respirado aire fresco, hemos pisado la arena de la playa… y, por fin este jueves, en mi primer concierto tras el confinamiento, volví a sentir la fuerza que tiene una garganta que te canta su verdad frente a frente. Y, claro, agradecí que el gel hidroalcohólico no me hubiera secado la piel y solté algún ole a través de la mascarilla.
Así, este recital de la cantaora gaditana se convirtió en un emotivo encuentro íntimo (con el aforo reducido y la distancia de seguridad obligada) en el que Anillo fue relatando su experiencia vital a través de la música. Un paso adelante en la carrera de una artista a la que, como ella misma confesó, el miedo y la inseguridad le habían impedido mostrarse tal cual es.
Por eso, este ‘Nací canción’, título que dará también nombre a su próximo disco en el contará con las colaboraciones de Estrella Morente, Martirio, Jorge Pardo o Pitingo, nos permitió descubrir a la Encarna Anillo versátil e inquieta que siempre estuvo ahí y reconocerla en su plenitud. En este sentido, la propuesta se planteó como un camino que tiene a Cádiz, y al flamenco, como punto de partida y de regreso, pero que cruza el charco para encontrarse con la riqueza del folclor latinoamericano. Desde Violeta Parra a Chabuca Granda –“la Carmen Linares del folclor peruano”, definió-, pasando por Atahualpa Yupanqui, Adela la Chaqueta y La Perla de Cádiz.
Lo más bonito de este puente musical es que en Anillo resulta completamente creíble y natural. Porque en su caso no es buscado, sino vivido, y porque tripulando la embarcación desde su riquísima sonanta está su compañero Pituquete, compositor también de algunas de las bellísimas canciones que interpretó la Gades. Por eso, no extrañó que cabalgáramos de las alegrías al vals peruano, de las malagueñas a la milonga y de los ritmos brasileiros a los tanguillos o las bulerías. De hecho, hubo momentos en que dejamos de preguntarnos en qué parte del mapa estábamos.
La vela, el hilo conductor, fue el timbre dulce y afligido de la cantaora, la elegancia y la belleza del repertorio y la música de Pituquete con el compás chispeante de Roberto Jaén. Parece que nace una nueva Encarna Anillo, que ahora ya no debería justificarse.