La música de los Espejos. José Mercé & Miguel Mora y Esperanza Fernández con Antonio Gala

Resumen: La música de los Espejos. José Mercé & Miguel Mora y Esperanza Fernández con Antonio Gala

LA MÚSICA DE LOS ESPEJOS
Miguel Mora & José Mercé
Antonio Gala & Esperanza Fernández

9 y 10 de junio
Olivar de Castillejo – Madrid


Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafael Manjavacas

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LA PALABRA Y LA MÚSICA

Reducida edición de “La Música de los espejos”, que quizá sea la propuesta más atractiva del Festival Suma Flamenca de la Comunidad de Madrid tanto por el interés que despierta el disfrute conjunto de la palabra y de la música, como por el marco en que se desarrollan estos encuentros. Reducida, decimos, en extensión -en comparación con  otros años- pero no por ello mermada de interés e intensidad. Y el tiempo respetó.

El Olivar de Castillejo –ya lo hemos comentado en otras ocasiones- es un verdadero oasis de paz en medio del corazón financiero y de negocios de la capital. Se trata realmente de una finca de olivos centenarios  en medio de los cuales se encuentra la casa de Menéndez Pidal. Bueno, para ser exactos, el olivar está  dividido en tres propiedades, la “Casa de Menéndez Pidal”, en la esquina noreste, y “El Olivar de Castillejo”, que consta de dos fincas con dos viviendas pertenecientes a la Fundación Olivar de Castillejo y a la familia Castillejo respectivamente.

José Mercé con Miguel Mora
José Mercé con Moraíto al fondo

La primera noche Miguel Mora ejerció de lo que es, de periodista, en el sentido de que no vino a leer un texto, sino que su propuesta fue dar protagonismo a los artistas que estaban en el escenario: José Mercé y Moraíto. Previamente y sin mediar palabra, Manuel Moreno Junquera, Moraíto, interpretó su seguiriya en solitario. Era su homenaje a Parrilla de Jerez, fallecido recientemente. En realidad, el homenaje fue de todos los presentes allí.

Como decíamos, Miguel Mora vino con la visión “del periodista, del indagador que trata de profundizar en el ser humano”, según José María Velázquez-Gaztelu. Así, Mora fue indagando en Jerez, en el barrio de Santiago e incluso en los lazos familiares de los gitanos santiagueros, y de hecho nos enteramos de que Moraíto es sobrino nieto de Mercé… Como lo oyen… Mejor dicho, como lo leen. El caso es que Miguel Mora, fue sacando al escenario aspectos del flamenco jerezano y tanto Mercé como Moraíto apostillaban o contaban sus experiencias personales, llenas de anécdotas, como debe ser en el mundo del flamenco.

En medio de  ese proceso de interacción planteado por Miguel Mora, los jerezanos iban desgranando también su arte por soleá, por seguiriya, alegrías, bulerías y martinetes. Mercé estuvo menos excesivo que en alguna ocasión, e incluso varió algo el repertorio. Aunque la noche estaba fresca, la función se hizo corta.

 

Antonio Gala y Esperanza Fernández
Esperanza Fernández y Miguel Ángel Cortés

Más cálida se presentó la noche siguiente, aunque con menos afluencia de público, incomprensiblemente, porque fue muy interesante. El director del ciclo presentó a Antonio Gala como alguien que “ha vivido el flamenco con la indisimulada emoción del que ha sentido esta música en lo más hondo de su ser”.  Esperanza Fernández lucía  otro de sus preciosos mantones y Antonio Gala, de pie, abrió la noche confesando: “he venido moribundo porque vosotros estáis ahí y quiero que me veáis morir”… Eso es buen rollito y optimismo, y lo demás, tonterías. 

Pero lo cierto es que Gala estuvo soberbio en su poesía, por supuesto, pero también en sus ideas: “morir no es lo importante, sino cómo se muere entre la pena y la alegría”… “No estoy seguro de que el cante sea una vía de expresión, sino una vía de conocimiento”… “El cante es un chorro vivo de llanto y de placer”… esas son algunas de las frases con las que el poeta fue conmoviendo tanto al público como a los artistas del escenario. Así, Gala fue hablando de Sevilla y Esperanza cantó por soleá a Triana. Y tras otro recitado bellísimo, Esperanza cantó por seguiriyas. Después se habló de Tartesos y la cantaora hizo fandangos de Huelva. Y para finalizar, Gala se acordó de Cádiz y la trianera cantó por bulerías, empezando por las de Cádiz y terminando por Lebrija.

Y de esta forma, entre los trincherazos al alma de Antonio Gala, y los pellizcos de Esperanza Fernández, se pasó casi en un suspiro la segunda y última noche de “La Música de los Espejos”, en un espacio ideal para el disfrute. Esperamos y deseamos que el ciclo vuelva en la próxima edición del Suma.

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