Espectáculo: Vínculos. Baile: Fuensanta La Moneta. Guitarra: José Fermín Fernández. Cante: Jeromo Segura. Percusión y espacio sonoro: Carlos Merino. Clarinete: Chen Halevi. Saxo: Juan M. Jiménez. Música: Mauricio Sotelo, José Fermín Fernández. Fecha: Domingo 25 de febrero de 2024. Lugar: Teatro Villamarta, Festival Flamenco de Jerez.
Con la intención de profundizar en las composiciones de Mauricio Sotelo y reforzar esos vínculos que ha mantenido con el compositor desde hace más de una década, se presentaba Fuensanta La Moneta en el Festival de Jerez con una propuesta sobria y minimalista con la que la bailaora logró llenar de oles el Villamarta.
Aquí, más que un espectáculo (que implica un desarrollo estético, escenográfico, dramatúrgico, etcétera), encontramos un recital de baile con una división clara entre un primer bloque más contenido y oscuro donde la artista se sumergió por martinetes, seguiriyas y soleares en la música ecléctica del grupo de cámara que la acompañaba y un segundo donde se la vio ya desplegar su baile vigoroso y expansivo por zambras, tientos y tangos.
En este sentido, como obra, echamos de menos un ejercicio más profundo que permitiera engarzar las piezas y dar coherencia al relato o, quizás, una mirada externa que dirigiera todo el potencial de la artista. Sobre todo, porque el baile de La Moneta, sobre el que recayó todo el peso en la hora y media, parece anterior incluso a la música con la que dialoga y porque la propia disposición del repertorio hace que el ritmo decaiga a ratos. Algo a lo que tampoco ayudó una iluminación pobre y obvia (vestido negro sobre fondo negro, vestido rojo sobre fondo rojo) que, por otro lado, era el único elemento escénico al que podría agarrarse la bailaora.
Pese a esto, La Moneta brilla y se sobrepone a las carencias gracias a la riqueza de un lenguaje corporal, cada vez más personal, en el que no olvida ninguno de los atributos del cuerpo (de los pies a los veloces giros de cabeza, pasando por sus brazos poderosos o la curvatura de su espalda). Es decir, desde que sale a escena el público sabe que está ante una bailaora, con todo lo que implica la categoría. Su actitud, la intencionalidad que le imprime a cada palo, su flamencura, los recursos coreográficos que maneja y la amplitud de registros que le lleva a pasar con naturalidad del movimiento más minucioso al desenfreno, nos obliga a seguirla, desear ver con qué nos sorprende y descubrir el enigma que provoca con su baile apasionado.