La metamorfosis impecable de David Coria

David Coria - Festival de Jerez

David Coria - Festival de Jerez

DAVID CORIA – ANÓNIMO (video / fotos / english show review)
Colaboración especial: GEMA CABALLERO – Especial Festival de Jerez


 

Silvia Cruz Lapeña

Pensar es clave para no morir de ingenio, que las ideas nacen por miles y por miles se indigestan. No es el caso de “Anónimo”, segunda creación de la compañía de David Coria, un bailaor excepcional por su danza casi perfecta y por su cabeza, que es gruta y agua, es decir, profunda y clara.

“Anónimo” es muy exigente físicamente, también de piel y corazón. Porque si en “El encuentro” su autor buscó el calor del colectivo y la celebración, en esta mira hacia adentro buscando identidad e introspección. Y no teme pedir ayuda: Ana Morales y Pedro de Córdoba colaboran en la coreografía y sobre las tablas, David es uno y es trino porque bailan junto a él, como sombras, dobles o reflejos los excelentes Eduardo Leal y Rafael Ramírez.

“Anónimo” se llama el juego y no quiere decir desconocido sino que todos somos varios. “Dime quién eres, uno o mil seres”, canta Gema Caballero engrandecida y sabia. Y Coria es todos los que baila y todos lo que le rodean. Tiene la capacidad de ser esponja y de sacar lo mejor de los demás. Y se le ve venir, no por previsible, más bien porque tiene un sello.

¿Se puede tener un sello con dos obras firmadas? Se puede. Entiendo la reticencia de algunos compañeros de la prensa cuando un flamenco dice que su obra tiene este o aquel argumento. Lo entiendo porque suele ser mentira. Muchos quieren contar algo, pero rara vez lo logran y lo que acaba ocurriendo es que esa historia que prometen acaba sirviendo solo para el programa de mano, pero en las tablas se desvanece. Lo contrario ocurre en Coria, que ha hecho de la serrana un palo propio; que es capaz de hacer perfectas las transiciones; de dar cada paso en su sitio y trasmitiendo; de elegir el mejor acompañamiento y a la superdotada iluminadora  que es Gloria Montesinos, y a la vez, explicar algo que atraviesa el hueso y toda la obra. Ese es su sello. Y que sepa el espectador que es imposible perderse en su relato porque todo está pensado, armado, claro, pero aunque usted se perdiera… le quedaría “solamente” una danza bellísima.

Por eso hay dos niveles de lectura en Coria: se puede mirar sin más o puede el espectador dejarse interpelar. Por ejemplo, en lo tocante a los sexos y los géneros. En “Anónimo” se incluye una composición del barcelonés Fernando Sors: “Muchacha, ¿y la vergüenza?”, un tema espléndido para recordar por qué tiene sentido la huelga del 8M. Más espléndido si se observa que “Anónimo”, aunque habla de identidades fluctuantes, es un espectáculo masculino, pero de una masculinidad que se interroga, se mira en el espejo y se ve los defectos.

Por eso, cuando David se transforma en hembra poniéndose a Gema sobre los hombros, la falda que él lleva puesta es lo de menos. Lo que importa es que él oculta su cara para enseñar la de ella. Podría disfrazarse, pero lo que hace es cederle su sitio, también su cuerpo, a una mujer que brilla. Es una farruca y es de nota. Por la ejecución, por la idea, por la extrañeza que produce esa mujer-hombre-pájaro en la que brota el humor, algo que siempre incluye, ¡gracias!, el sello Coria y que volvió a verse en los tangos, luminosos, en los que dejó espacio para que se lucieran sus compañeros.

Luego llegaron las ropas negras y un zapateado. Y después, la petenera, momento cumbre y de máxima belleza en el que el sevillano bailó solo (¡y cómo!) demostrando que ha asumido que en su compañía él es el protagonista. Y sonrió, quizás para darse fuerzas, quizás para abordar el final de un palo que exigía a gritos ser rematado sin miedo. Es curioso que tantos bailaores actuales se olviden de sonreír, con lo que orienta a quien mira un gesto así.

Llegado a ese punto, Coria bailó retador. Mirando a Gema, pidiéndole aire, más voz todavía, complicidad. Y así, exhausto y exultante, fue encarando el final de la función, donde volvieron sus sombras para repetir los pasos del inicio creando la sensación de que todo (tiempo, espacio, identidad) es cíclico. Luego se quedó solo tras una gasa. Y ya sin dobles, y con el rostro desdibujado tras la cortina, David Coria pareció y se movió como si fuera larva, dispuesto a nacer de nuevo.

Galería fotográfica David Coria «Anónimo» en el Festival de Jerez – por Ana Palma
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