Resumen: La Lucha Libre vuelve al Price. Israel Galván vs Los 3000
LA LUCHA LIBRE VUELVE AL PRICE Teatro Circo Price (Madrid) |
Cante: Miguel Poveda. Guitarra: Juan Gómez “Chicuelo”. Palmas: Carlos Grilo, Luís Cantarote. Artistas invitados: Cante: Luís Zambo. Guitarra: Moraíto. Baile: Joaquín Grilo. Colaboración especial: Diego Carrasco, José Valencia. Texto: Ruben Gutierrez LA CUADRATURA DEL CÍRCULO La noche se presentaba cuando menos expectante, hacía tiempo que no sentíamos esa extraña sensación de no saber a ciencia cierta lo que íbamos a presenciar. Para empezar la larga cola que tuvimos que aguardar para recoger las entradas, las cuales hay que decir estaban agotadas desde varios días antes, y una vez dentro, la majestuosidad de la sala presidiada por un ring de boxeo. La temática de la convocatoria versaba sobre la lucha libre, incluso algún espectador increpó a la organización que lo que estaba ocurriendo entre las cuerdas no se asemejaba supuestamente a lo anunciado. Y es que el emblemático Circo Price, hace casi un siglo, solía albergar este tipo de espectáculos donde púgiles y luchadores se alternaban con los números de variedades y, como no, el arte jondo. Presentado por Pepín Tre, que aderezó la velada con sus gotas de comicidad, nos introdujimos en las espectaculares acrobacias de la pareja formada por Francesca Lissa y Celso Pereira. Un desafío de fuerza y expresividad. La noche está concebida como si de una autentica noche luchadora fuera, con diversos combates entre artistas, pero nos llamó la atención el que enfrentó al polifacético músico Carlos Santos consigo mismo. Su sola entrada en la sala fue grandiosa, propia de un circo, pues descendía del techo sentado en su piano mientras interpretaba una composición heredera de la escuela de Erik Satie, donde el breve motivo que formaba la misma se repetía insistentemente con las variaciones propias de la agógica y la dinámica. Paralelamente, una pareja de figurantes destrozaba un piano de pared a base de golpes, tal y como lo oyen, en una muestra de la lucha interior del artista contra su propia obra, según llegamos a entender, y que igualmente bebe de las diversas manifestaciones de la música contemporánea, como bien pudieran ser obras de John Cage. Otro combate lo protagonizarían el violinista Raul Márquez, y los bailarines Igor Yebra y Sol Picó, destacando en especial esta última en una coreografía sobre una grúa móvil, que le premitía volar sobre el ring. Interesante fue también la utilización de elementos del ballet clásico, junto a pasos de la danza contemporánea de ambos bailarines sobre las melodías populares que brotaban de las cuerdas musicales. Pero nosotros fuimos atraídos por la llamada de Israel Galván, al igual que otros muchos seguidores que vinieron desde su Sevilla natal y que pudimos ver entre el público. Aunque no vamos a descubrir a estas alturas a Israel, entendemos que él si que se ha redescubierto, pues si repasamos la obra del bailaor, nos recibió con un discurso flamenco muy diferente hasta lo ahora por él realizado. Con el título de “Israel Galván vs Los Tres Mil” vuelve a introducir el cuerpo de baile en una obra suya, y es que aunque parezca que todo está improvisado, se nota que no es cierto, sino que hasta el más mínimo detalle se ha coreografiado. El combate galvánico empieza con un solo ilustrado por el cante en off de David Lagos, que según nos han informado, recita un poema del mítico campeón mundial Muhhamad Ali, rey del baile pugilístico, por alegrías. Luego entra en escena Cristian Guerrero, que auna su doble cualidad de cantaor y boxeador, guantes incluidos, en la vida real. El mano a mano entre ambos se traduce en un combate a pecho descubierto donde la palabra se enfrenta al baile, en un cuerpo a cuerpo donde hay verdaderos golpes entre tonás, solea por bulerías y fandangos. Todo ello bajo la atenta vigilancia de José Luis Ortiz Nuevo que hace las veces de arbitro de la contienda. Destacar que vimos al Poeta más serio que nunca, y su vis cómica se tradujo en esta ocasión en una larga declamación dramática sobre los vericuetos del flamenco. El plato fuerte se sirvió cuando, enfundados con sus batas y capuchas, subieron al ring los pesos pesados del compás sevillano. El Eléctrico, el Bobote, su hermano el Dientes y El Turco, junto a la bajañí de Cara Café. Las Tres Mil en estado puro, pero que como hemos dicho, se comportaron como un auténtico cuerpo de baile, con las coreografías bien aprendidas y respetando el guión establecido en cada momento. Sus pataitas retaban una y otra a vez a “Zapatitos Galván”, enmascarado cual luchador mejicano, que dejaba ver un y otra vez su ya clásico repertorio de pasos y mudanzas. No faltaron ni el quite taurino ni la percusión dental, pero nos atrevemos a decir que incluso en algún momento lo vimos más ortodoxo que en los últimos tiempos, en compañía de estos monstruos del compás tresmilenario. Las bulerías de rigor dieron paso al tango rumba, para terminar en una rueda por seguiriyas en la que se marcaba los doce tiempos del reloj flamenco en el cuadrado del ring donde se batieron el cobre todos los participantes. La noche llegaría a su fin con un simbólico guiño hacia la figura de Rocky Balboa. Una vez más salimos impactados de lo que puede llegar a ser una noche flamenca, pero espacios como en el que estuvimos permiten dicha situaciones, en las que ya se vieron envueltos artistas de la talla de Vicente Escudero.
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