6 de mayo. Círculo de Bellas Artes. Sala Fernando de
Rojas
DROGA DURA A BOCANADAS
Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafael Manjavacas
Si el flamenco es una droga -que lo es-, algunos
artistas pueden llegar a ser altamente adictivos. Así
ocurre con la familia Farruco y, en este caso concreto, con
La Farruca, que protagonizó una de las mejores actuaciones
del ciclo “A corazón abierto”. No se llenó
el auditorio Fernando de Rojas, pero los que allí nos
congregamos buscábamos una sustancia de máxima
y exquisita pureza. Por supuesto, la encontramos.
Hay muchas formas de entender el arte. Para unos es investigación.
Para otros, la búsqueda empieza y termina está
dentro de su propia piel. Obviamente, La Farruca pertenece
a este segundo grupo. No precisa de relatos ni de excusas
argumentales para calmar el síndrome de abstinencia
de los asistentes. Para trascender, le basta simple y llanamente
con hacer lo que sabe: bailar.
La Faraona
Desde el primer instante todo es emocionante, todo es fuerza.
Esta familia tiene como una de sus virtudes el crear un intenso
estado de expectación. Es como cuando salían
al paseíllo Curro o Paula: uno tiene la certeza de
que puede ocurrir algo gordo. Y va ocurriendo. A bocanadas.
Una mirada, un desplante, un giro que son sólo el preludio
de la tempestad que se desata medio minuto después…
Bocanadas de arte gitano.
Sin estilizaciones, sacando la fuerza del suelo sin levantarse
de él más que lo justo, con arrebatos de emoción,
así fue el baile de La Farruca, de su sobrino Barullo
y de su hermana Pilar La Faraona, que acompañaron a
la protagonista de la tarde y le dieron los oportunos respiros.
Una fuerza que no sólo se transmitió instantáneamente
al patio de butacas, sino que fue capaz de romper una los
tableros del suelo del escenario. Al término de la
función, los chicos de mantenimiento del Círculo
tenían cara de preocupación. Lástima
que no disfrutaran con la causa que provocó su pesar.
La Farruca y Barullo
Arropada sólo por cante y guitarra (sin cajón
ni otros instrumentos), la Farruca sacó a relucir sus
quilates por alegrías y, sobre todo, por una soleá
espectacular. Barullo se templó por siguiriyas y La
Faraona acudió por bulerías a la cita con el
arte.
Y por si el baile que presenciamos fuera poco, cante y guitarra
estuvieron también a una gran altura. Con muchísimo
gusto cantaron los hermanos Anillo y con gran solemnidad hizo
lo propio El Canastero. Por su parte, el Perla estuvo realmente
brillante, con delicadeza unas veces, con gran fuerza otras,
pero siempre ligando pasajes siempre presente,
Y así, a bocanadas, a borbotones de arte desnudo,
nos dejamos transportar durante un rato por una exquisita
droga de altísima pureza. Droga en forma de arte que,
como toda obra maestra, escapa de las modas, trasciende.