XXIV FESTIVAL DE JEREZ
Domingo, 23 de febrero, 2020
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Farru “Por un sueño”
Teatro Villamarta, 2100h
Baile, voz y guitarra: Farru. Artista invitada: María Vizarraga. Colaboración especial: Farruca. Cante y palmas: Antonio Villar, David el Galli. Guitarra: José Gálvez, Román Vicenti. Percusión: Piraña. Palmas: Torombo y Lolo.
Si el viernes Antonio el Pipa puso la pauta flamenca en el Festival de Jerez, la noche de sábado nos aportó una dosis masiva del arte a compás de otro Antonio, el Farru, dejando claro que el flamenco pregona su propia presencia (o ausencia).
Hace tiempo que la escuela Farruco, el farruquismo, se destaca como la base del baile flamenco actual. Ha habido otras máximas figuras obviamente, la eterna Carmen Amaya sin ir más lejos, pero “escuela” es otra cosa. Es un aroma, una filosofía, conceptos, un camino tan claro que aunque modifiques movimientos, pellizcos, vestuario, velocidades y mil detalles más, ese aroma es tan inconfundible como el de un buen vino de Jerez.
El pretexto del espectáculo es un sueño que tuvo en su día el maestro Paco de Lucía, en cuyo grupo colaboró el Farru durante 5 años. Cuenta el bailaor que Paco le dijo haberlo soñado bailando, cantando y tocando la guitarra, “y eso es lo que tienes que hacer”.
Y así hizo anoche Antonio Fernández Montoya, creíble y dignamente. Su hermano mayor había hecho algo parecido en la Bienal de Sevilla del 2010 con su espectáculo Sonerías, pero no terminó de cuajarse.
Empecemos por el baile. Durante años, Farru no salía del papel del hermano mediano, joven promesa y piñón de la maquinaria. Anoche, con su baile exhibió un alto nivel de seriedad, sequedad y contundencia. El Farru ya no lanza besos al público ni adopta posturas de estrella de rock.
El flamenco de siempre y de nunca. Claro, el flamenco es tan repetitivo…pero cuando es manejado por un artista de este nivel, cada instante es un descubrimiento. Los gritos del público no tardaron en presentarse. Y el Farru cantó y se acompañó, desde cante hasta rock, y todo tenía sentido gracias a su paladar y conocimientos.
Los cantaores, David El Galli, admirablemente maduro, y Antonio Villar, siempre un placer escucharlo, y esas guitarras, por favor, José Gálvez y Román Vicenti saben muy bien cómo apoyar el ambiente específico.
La veterana María Vizárraga lleva al menos dos décadas con los Farrucos. Tiene un decir que siempre parece a punto de lanzar la voz demasiado, pero la recoge justo a tiempo, un juego que provoca las emociones fuertes del público y complementa el baile igualmente arriesgado del Farru. Farruca, madre del bailaor, hizo un baile casi simbólico y de personalidad, y no pedimos más. Los Farrucos están infectados de un espíritu enduendado que controlan a voluntad. Es la esencia y magia de su escuela.