La Chana, el regreso

La Chana

La Chana

José Manuel Gómez Gufi

Fotos & video: Rafael Manjavacas

Fue una noche inolvidable en la que varias generaciones de flamencos celebraron el regreso de La Chana. Diosa del compás

 

Se abrió el telón entre aplausos acompasados por la emoción y vimos a La Chana besando el suelo del teatro Fernán Gómez y entonces nos contó que había sido el director de Madrid Flamenco, Angel Rojas, el que había ido a su casa y había montado esa función. “Recuerda que tengo 70 años” y Rojas le contestó: “en la silla no tienes edad”. 

El día 6 de junio se preestrena en el Matadero de Madrid el documental “la Chana” de Lucila Stojevic que llega precedido de oleadas de asombro en los festivales en los que se ha proyectado, una pequeña compensación por 30 años de ausencia y de olvido. Ya saben otra historia más de esas en las que ahí, en el extranjero, creen más en nuestro talento y nuestras narraciones que nosotros. 

El cuadro

Se abre el telón y vemos un retrato de familia. En el centro La Chana en su silla recoge en su regazo a Rocío Molina, distinguimos el pelo blanco de Rancapino. Y sentimos la admiración de todos los que la rodean a la bailaora. Canta el Ranca con la voz que le queda, donde la sabiduría es más profunda que el metal. 

¿La Chana? La Chana estaba a punto de triunfar en Hollywood y se lo impidió un marido celoso. Otra historia terrible… pero lo que cuenta Rocío Molina con bata de cola es el amor por su arte. Rocío sale del traje blanco y se nos presenta la percusionista. Compone una sinfonía de tacón armada con los silencios del mimo y arrastra los zapatos para convocar a los contemporáneos. Comparte sus tacones con las palmas y cambia el compás y vuelve, y se va… abriendo caminos. 

Aparece Antonio Canales y escuchamos otra sinfonía (o es la misma, no lo supimos hasta que salió la protagonista). Me dicen que Antonio Canales baila poco en sus espectáculos, que siempre cede protagonismo a sus compañeros, que eso es una constante en su carrera y que quizá por eso descubre talentos a su alrededor. Total, que sí, que bailó mucho y bien y Canales derribó un muro de ladrillos que representan episodios de La Chana que aún no conocemos. 

 

Traje blanco, traje negro

Y uno se pregunta qué es lo que provoca esa mujer para convocar tanto arte y vemos que necesita ayuda para moverse por el escenario y entonces ocurre, escuchamos esa sinfonía del compás que dibuja sentada en una silla, y es verdad, La Chana ha vuelto y su compás está vivo y entero. “Nunca es tarde si la dicha es buena” resumió sin micro y sin más desmayos que los de las lágrimas.

Salió Eva La Yerbabuena con Paco Jarana y se pasó de la emoción al duende envuelta en un elegante traje de cola negro que arrancó la copla: “por qué vistes de negro si no se te ha muerto nadie”. Luego se arremangó la cola y enseñó la sinfonía de antes con sus tacones.

Volvió Rancapino para cantarle a la protagonista por alegrías (a esas alturas era evidente que había sustituido en el programa a Lole Montoya en un elenco excelente con el cante de Antonio Campos, David El Galli y Alfredo Tejada y las palmas de Oruco y el toque de Yeray Cortés). 

Sillas para todos

Faltaba el final, las cuatro grandes estrellas del baile permanecen sentadas en sus sillas rodeados por el elenco entero. Una orquesta de pies parten y reparten, suenan canciones de Machín (un compromiso) y La Jurado (se nos rompió el amor) y vuelve el arte mayúsculo con el culo pegao a la silla. Tiene buen aspecto el documental sobre La Chana, lo que se vivió la tarde del domingo fue deslumbrante para los amigos de la danza y de la vida. Hasta apareció un ministro en activo… pero tranquilos, no hay peligro de contagio, no se acercó al flamenco, debía estar celebrando una copa de fútbol, ahí al lado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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