Texto & fotos: Estela Zatania
Jueves, 20 de agosto, 2015. Baluarte de la Candelaria, Cádiz.
Un cartel de lujo para clausurar un mega festival flamenco de 5 episodios
Cante: Cancanilla de Málaga, Pedro el Granaíno, Antonio Reyes. Guitarra: Chaparro de Málaga, José de Pura, Diego del Morao. Baile: María Moreno con Enrique el Extremeño (cante), Juan Campallo (guitarra), El Orujo y Emilio Castañeda (palmas)
A menudo se escucha, «Cádiz no tiene festival flamenco porque los gaditanos sólo quieren carnaval». No, no tiene «un» festival. Tiene una dilatada serie de cinco episodios, cada uno de los cuales digno de llamarse «festival». Por su extensión (unas 4 horas cada vez), por la alta calidad del cartel y por su gran popularidad, se podría decir que gracias a la Peña «Enrique el Mellizo», su incansable presidente, Antonio Benítez y el apoyo institucional y privado, Cádiz tiene cada año uno de los festivales más admirables y serios del calendario estival de flamenco.
El gran espacio del Baluarte de la Candelaria se llenó hasta la bandera anoche para la clausura, y las repetidas ovaciones del exigente público dieron fe de la acertada selección del elenco. Al Cancanilla de Málaga le tocó de «telonero» siendo un veterano muy querido en Cádiz, artista de artistas, animal escénico capaz de meter a todos los presentes en el bolsillo con su voz brillante y flamenca, sus personalidad expansiva y su baile de patio de vecinos, todo oliendo a auténtico. Fue acompañado a la guitarra por el interesante Chaparro de Málaga, con un estilo entre el flamenco clásico y el contemporáneo, en su justa medida.
La bailaora gaditana María Moreno, joven pero experimentada, una de las más interesantes del panorama actual, vino con el decano del cante para baile, Enrique el Extremeño, Juan Campallo a la guitarra y las palmas de Emilio Castañeda y el Orujo. Bailó por soleá en bata de cola negra, Enrique cantó por bulerías «alante» y María volvió al escenario, vestida a la antigua, lunares de colores, mantón de Manila, y un estilo de pellizco y sutileza, muy flamenco, para interpretar un sabroso baile por romance.
Después del descanso, la peña Enrique el Mellizo ofreció un pequeño homenaje a Antonio Reyes y su esposa, Patricia Valdés, seguido de la actuación de Pedro el Granaíno, posiblemente el artista más sorprendente de la noche. Es un cantaor que la afición llegó a conocer como componente de los diversos grupos de la familia de los Farrucos. Le costó relativamente poco establecerse como cantaor solista debido a su impresionante poder de transmisión, y su capacidad de reciclar el camaronismo estilizado, sin ser una imitación más. José de Pura a la guitarra impresionó con su sensibilidad, sus conocimientos y su capacidad de evocar el toque antiguo con buen gusto. Pedro cantó por tonás personalizadas, cante minero, bulerías y fandangos, pero arrancó la ovación más grande por siguiriyas. Tuvo el bonito detalle de agradecer la presencia en los camerinos de los maestros Rancapino y Juan Villar.
A Antonio Reyes, el chiclanero tan querido en Cádiz, le tocó cerrar la noche y la serie de los Jueves en el Baluarte de la Candelaria. Por soleá, alegrías, tangos lentos de canción, siguiriyas, fandangos y bulerías con la colaboración de su esposa, Patricia Valdés, acompañado por Diego del Morao. Dulce sensibilidad, sin efectismo ni voces, exhibiendo un gusto exquisito en todo momento, voz de terciopelo viejo hecha sonido.