Texto: José Manuel Gómez – GUFI
Fotos & video: Rafael Manjavacas
Juana la del Pipa, cante & Manuel Parrilla guitarra, en el Café Berlin – 11 noviembre 2017
¡Viva el ADN! O quizás dijo: “¡Viva la genética! Y lo entonó Juana Fernández de los Reyes con una voz gruesa que recuerda a la de su madre Tía Juana la del Pipa y recuerda a Tío Gregorio el Borrico. El cante por seguiriyas es uno de esos misterios imposibles de desvelar por el lado científico, musical o literario. No hay fórmula ni partitura, y ni siquiera se resuelve con subtítulos.
Ya saben, el grito, el desconsuelo y la pena se convierten en música gracias a un ritual custodiado por los ancianos de la tribu. Se sabe que algunos hijos la heredan de sus ancestros, caso de María Terremoto albacea de la memoria de su padre Fernando y de su abuelo del que ha heredado el apellido. Un Terremoto que buscan los amantes de las emociones fuertes sin llevar el aparato que mide la escala de Richter. En el flamenco los seísmos se miden individualmente aunque puede ocurrir que todo el personal reunido en el café Berlín sienta la misma conmoción. Me aseguran que ocurrió el viernes con María Terremoto y sucedió el sábado con Juana que no llevaba ni cinco minutos en el escenario y estaba mentando a su madre en una historia de médicos y hospitales, por seguiriyas.
Uno siente la conmoción en la fuerza, la tierra se abre bajo los pies y ves pasar tu vida en unos segundos.
Y claro, no siempre tienes ganas de meterte en ese trajín. Así que me gusta escuchar esos cantes como el que escucha a un John Coltrane sometido a las estrictas normas del blues de la concisión y el compás.
A Juana le dijeron que era la Tina Turner del flamenco en Nueva York, no suelen errar los cronistas de la gran manzana, pero no logro encontrar el paralelismo, a no ser que sea cosa de la dichosa escala de Richter que en el caso de Tina Turner residía en la garganta y en las caderas. Así que forzosamente tuvo que ser una patada por bulerías la que provocó la comparación. Juana contó que después del titular se empezaron a ver crestas y punkis en sus apariciones.
El cante de Juana la del Pipa estuvo arropado por Manuel Parrilla siguiendo los cánones del acompañamiento, luego para las bulerías aparecieron cuatro manos jóvenes para jalear otra de los grandes contribuciones del barrio de Santiago a la humanidad entera: el soniquete… y uno se acuerda de estar sentado en la plaza con la estatua de Terremoto a la izquierda, la de El Sordera a la derecha y sentir de nuevo una conmoción tan inmensa como galáctica.
Aquí la fuerza y la memoria van unidas. Crecimos, por el lado flamenco, escuchando historias de las gentes que iban en peregrinación a escuchar a Tía Anica, Tío Borrico, Tía Juana hasta que un día alguien nos pasó aquellos programas de televisión en blanco y negro “Rito y Geografía del Cante” y los vimos a todos y también a un Moraito adolescente y a la Macanita de niña. Y una mañana entras en Gitanerías y escuchas los estruendosos silencios de toda la música (y las juergas) contenidas entre foto y foto.
Pues bien, se levanta Juana La del Pipa de su silla y todo el café Berlín se pone en guardia y Juana canta sin micro y todos nos adelantamos hasta el borde de la silla pa que nos cante al oído esas bulerías y acabamos todos de pie y ella también porque se ha lanzado a saludar a los amigos que han venido a estar y sentir con ella. Y me encuentro con colegas sin sospechas flamencas, iluminados por la experiencia.