José Manuel Gómez Gufi
El flamenco es un arte de minorías y eso lo sabemos porque distinguimos a los aficionados que jalean a los artistas… y no es fácil ni una cosa ni la otra; osea no es fácil distinguir y no es fácil jalear. El Círculo Flamenco de Madrid lo forman un “puñao” de irreductibles aficionados que en los últimos años han sido acogidos en diversas ubicaciones hasta llegar a la sala OFF Latina, un cueva en el corazón de Madrid que tiene un aire de garito clandestino en el que trabajan con el teatro alternativo. Ya saben, esos actores que parece que hacen cosas raras hasta que triunfan y los modernos del lugar van sacando pecho “yo le vi cuando actuaba allí”.
Alberto Martínez presentó el acto: “tenemos dos artistas analógicos” dijo y sacó dos reliquias en forma de elepé, para luego concluir: “Juan Villar y Niño Jero nunca pasarán de moda”. Y entonces te vas al youtube y encuentras que hace cuarenta años, cuando había flamenco en TVE y Fernando Quiñones le preguntaba a Camarón por “la leyenda del tiempo” a Juan Villar le dedicaban un programa completo. ¿Qué pensarán HOY los directivos de nuestra tele pública sobre el flamenco, la marca España, el patriotismo y los toros?. Desde Camarón (y Juanito Villar) para acá sólo se han programado dos o tres ciclos flamencos, sin exagerar, de 13 capítulos. ¡Malajes!
Comenzó el tocaor Niño Jero “Periquín” investigando en el sonido de la guitarra, deconstruyendo afinaciones y falsetas. A punto de que saltaran las alarmas dodecafónicas, entró al compás y acudieron las palmas.
-Se está usted poniendo muy profundo, me dijo un colega de lo buenos, de los que enseñan y disfrutan. Así que la próxima se lo preguntaré al implicado ¿usted deconstruye o qué?
Juan Villar se anunció por soleá y cantó como se cantan las cosas por soleá, como si te fuera la vida en ello y Niño Jero acompañó como si estuviera salvándole la vida al cantaor, siempre en el sitio, adornando el camino. Al descanso llegamos por bulerías siguiendo la misma senda, que había muchas ganas de comentar un recital que tenía la pinta de no andarse por las ramas.
El cantaor gaditano creo que se arrancó por seguiriyas, ya sin chaqueta, y parecía que había corrido una maratón en el descanso. Fuera el cante que fuera, fue uno de esos cantes con los que el cronista se despega del planeta. Algo así como un episodio de “Star Trek” rodado en la Bahía de Cádiz en una rara mezcla de dolor y belleza.
Cantó por tangos con unos aires morunos (si están pensando entre Amina y El Lebrijano, pues había un qué-sé-yo, pero no) que parecían de cosecha propia. Ahí es donde hay que volver a ver a Juan Villar en TVE y descubrir que ahí ya tenía un discurso personal, una manera propia de decir y de cantar.
El cronista no está dispuesto a emitir un juicio crítico hasta que se deshielen los polos (osea en diez años o así). Eso sí, espero tener la oportunidad de volver a escuchar a Juan Villar y a Niño Jero, porque artistas así, de ese calibre, ni es común, ni es corriente.
Fotos & videos @mj.lara.flamenco