“Momentos” de Juan Moneo “El Torta” Viernes, 21 de diciembre, 2007. 2100h.
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Texto: Estela Zatania LE LLAMAN EL LOCO No hay tarea más difícil para un cronista que reseñar la actuación de un fenómeno social. Digas lo que digas, los incondicionales no toleran un solo “pero”, y los objetivos te critican por no decir la verdad. Fenómenos sociales en el flamenco actual, a mi juicio, se destacan tres: Enrique Morente, Capullo de Jerez y Juan Moneo Lara “El Torta”. Éste último acaba de grabar un disco, “Momentos”, recogiendo una actuación en la Sala Juglar de Madrid que con este trabajo estrena sello discográfico. El pasado viernes el cantaor jerezano ha venido a su tierra donde, desmintiendo el refrán, no sólo es profeta, sino figura de culto para muchos, para presentar este trabajo en el emblemático Teatro Villamarta. Con la casa abarrotada a pesar de la noche lluviosa, José Luis Gálvez hizo una presentación solemne esbozando la carrera y persona de la figura de la noche. Un atrás de cinco hombres, entre palmas y percusión, además de guitarrista, dan la entrada a un largo baile por siguiriyas de una joven de la familia, buena bailaora, si algo sobrecargada de energía. Le canta el jovencísimo sobrino del Torta con voz dulce y dolorida, y después de una aceleración con cierre dramático, se escucha la voz por martinete que todos hemos venido a disfrutar. El Torta hace su entrada andando y cantando… Aplausos efusivos, gritos, el público mayoritariamente joven apenas se contiene. Entonces, con cantiñas, empieza el recital de apenas tres cuartos de hora. A la guitarra, otro sobrino, Juan Manuel Moneo, el habitual acompañante del cantaor. Ahora es cuando corresponde confesar que el cante de El Torta me gustaba mucho hace quince o veinte años, pero al tiempo que el artista se ha ido convirtiendo en figura mediática, el producto me ha convencido cada vez menos. La forma de cantar de El Torta contradice el concepto del “cante hablao”, “cante corto”, que relacionamos con Jerez. El suyo es un planteamiento teatral, en el sentido flamenco se entiende, que pretende levantar el vello de los oyentes con un cante “atacao”, fuegos artificiales y un tremendismo que no da tregua. Por soleá y por siguiriya, hay algunos momentos francamente geniales, con su habitual mezcla del cante clásico de Jerez, influencias de Camarón y mucho carisma, pero el agresivo decir pisotea estilos que se merecen un trato más sensible. El duende no hay que ir a cazarlo, sino que le llega a uno cuando menos se espera. Tangos de canción, “Santiago y la Plazuela”, de su gran amigo Luis de la Pica, y el respetable reacciona; se siente un público medio aficionado, medio morboso – “a ver qué hace El Torta esta vez”. Interpreta una emblemática canción por bulería de su propia autoría, seguida de más bulerías, y otra vez bulerías. ¿Y porqué no? A todos los efectos, la bulería es el único cante vivo que nos queda, los demás palos se miman y se cultivan, pero a duras penas existen fuera de un estudio de grabación. Un breve fin de fiesta, con la participación de Luis Moneo, en el que la bailaora se quita los zapatos para su pataíta, y todo termina demasiado pronto para la mayoría de los seguidores de este irregular pero muy interesante cantaor.
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