Juan Manuel Cañizares, concierto en el Auditorio Nacional ciclo Andalucía Flamenca

Texto: Pablo San Nicasio Ramos
Foto portada: Amancio Guillén

Guitarra «Cañí»

CONCIERTO
JUAN MANUEL CAÑIZARES

Auditorio Nacional. 15 mayo 2010
Ciclo 'Andalucía Flamenca'

 

El día de los chulapos y las chulapas, “manolos y manolas”, se reunieron en Madrid los flamencos para oír a un catalán en el ciclo “Andalucía Flamenca”. Ahí quedó eso. Multiculturalidad geográfica que, visto lo visto y oído lo oído, aún tenía más recorrido.

Sabíamos que Juan Manuel Cañizares tenía mucho Mundo porque se lo lleva pateando bastantes años y eso al final tiene que cuajar en un guitarrista total. Y más cuando hablamos de un hombre abierto de mentes. Pero aún así, Cañizares nunca deja de impresionar. Este gentleman de la guitarra se mantiene en una forma envidiable y es capaz de recorrer en seis cuerdas un abanico de estilos guitarrísticos que ríanse de los que necesitan salir por ahí para ver a virtuosos extranjeros.

Con unas evidentes influencias jazzeras y rockeras, aunque siendo siempre fiel a su estilo, el de Sabadell se metió en el bolsillo a la sala de Cámara de un Auditorio Nacional cada vez más hecho a esto del flamenco. Pocos huecos en las butacas, y eso que la tarde llamaba para quedarse por la pradera.

Tenía preparados el Cañi y su grupo un repertorio de diez toques, colocaditos escrupulosamente en el programa (el día pintaba clásico) aunque se inició con un preludio fuera de plan.

Una introducción mística, tremolada, que olía a toma de contacto con el instrumento.

Los cinco primeros toques fueron los más densos. Costó entrar en calor porque la armonía prevalecía frente a la melodía. Aunque fuéramos por colombiana, bulería o tangos. Hasta que no llegaron los tanguillos no comenzó aquello a bambolearse. Además, dos cajones a la vera eran demasiados cuando el guitarrista es tan técnico. Era todo intachable pero más abrumador que primaveral. Seguíamos serios.

Es este tocaor un buscador incansable de efectos. Con su guitarra consigue “clusters” y riffs dignos de Jimmy Page. Pero es también un hombre inteligente, porque el concierto viró a partir de los mencionados tanguillos y se abrieron las ventanas de la sala de Cámara. Ellos lo sabían.

Los grandes éxitos de Cañizares afloraron en una segunda mitad de caras alegres y gran comunicación con el grupo. Y aunque seguíamos viendo “slides” y pizzicatos, aires orientales y hasta pasajes románticos, la melodía se imponía y asomaba el pellizco sin pedir permiso. Sus míticos “Toca Madera” o “Paloma” resultaron de insultante precisión, con una técnica de mano derecha para habernos llevado el catalejo y aprender y un final por rumba que acabó por ser lo más flamenco. El as de la manga.

El concierto había llegado a tan altas cotas de virtuosismo y guitarra total que nos habíamos olvidado de la dificultad del espectáculo. Pero la tenía. Es lo peligroso de estos artistas. Hacen tremendamente fácil lo inhumano y del “ole” al que llegamos a mitad de recital, se dio paso rápidamente al “ahhh” casi orgásmico, para acabar por hipnotizar al público que quería más y más picados y escalas. Como si al que estaba arriba le hubieran puesto pilas.

También el grupo acompañaba a la causa. Gran elección de bailaores con Ángel Muñoz y Charo Espino (bellísima su guinda de castañuelas), solvencia del gran Juan Carlos Gómez y llamativa viveza de Rafa Villalba con las percusiones.

Banda de flamenco que ayer se dio una vuelta por el Heavy Metal, el Hardcore, el Jazz y el Flamenco, por supuesto. El cañero, el “cañí”, el del Cañi. Grande.


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