Juan Cortés presentó su disco “Jurepén”,
sentimiento en caló, la noche del pasado lunes 15 de
marzo en la madrileña sala Galileo Galilei. Un espectáculo
con buen gusto y elegancia en el que el pianista mostró
en directo su buen hacer compositor.
El espectáculo comenzó con la única
presencia en escena del pianista, “Jurepén”
que establece una personal definición que permite hacer
sonar totalmente flamencas a esencias de jazz en el tema con
homólogo título al disco. Fue un acierto comenzar
de esta manera, puesto que es la más certera definición
a su perfil artístico.
Así comenzó un concierto que fue presentando
los diversos paisajes sonoros del disco. Temas como “Ojos
negros”, los tanguillos “La rosa”, o “Del
mar” con una espléndida intervención del
contrabajista holandés Tjitze Vogel. Unas bulerías
con el único acompañamiento de un cajón,
unas alegrías (“Playa del moro”) de piano
gaditano, o un experimento llamado “Chaneando”
bastante particular. En éste, un dúo inicial
del piano con el violín de Bernardo Parrilla por soleá
deriva con la entrada de las percusiones en una bulería
por soleá vestida con trajes de elegancia más
cercana en ésta ocasión al blues. Aquí
pudo lucirse bien el bailaor José Maya (también
conocido como Joselillo Romero) que encontró en este
compás su lugar apropiado, haciendo su habitual buen
baile en el que la espectacularidad no quita lugar al sentimiento.
Fueron bastantes los momentos de la noche en que el bailaor
ayudó a engrandecer los temas que bien interpretaban
Juan y sus músicos, entre los que se encontraba gente
como los buenos percusionistas Salva Cortés o Guillermo
McGuill.
Juan Cortés
Joselillo Romero
La parte más animada del repertorio se dejó
para el final, con los “Tangos del puchero” que
dieron lugar al cierre con la rumba “Que sí,
que está buena”. Ciertamente, buena es la tendencia
artística de Juan Cortés puesto que es capaz
de establecer un concepto personal sin parecidos evidentes
a nadie, basándose en buenos referentes como Chano
Domínguez. Juan trata el piano en muchas ocasiones
como si fuera una guitarra, pero con una disposición
más clara por transportar sus armonías que en
imitar su toque. Seguramente en algún lugar del local
estaría escuchando su abuelo pensando por granaína,
fue una pena que las distancias temporales se convirtieran
en impedimento para vivir el momento del disco con más
garlochí… de jurepén.