Texto: Pablo San Nicasio
Fotos & video: Rafael Manjavacas
17 octubre 2012. Sala Clamores, Madrid
“El Chorro de voz”
La apuesta de Clamores y, sobre todo Antonio Benamargo a mitad de este octubre es casi todo un festival flamenco. Un mini ciclo que masajea el corazón de la afición castiza y pone momentáneamente a tono al personal, por lo demás bastante a verlas venir. Y ya son meses.
“Solo Flamenco” es la carta de presentación de un artista nacido en Cataluña y bajado a latitudes lebrijanas, región de la que se considera principal heredero en materia flamenca. Carta, disco, decimos, que además tiene la peculiaridad de la tardanza en el nacimiento. Pero un parto sin dolor que, no obstante, se hizo esperar por el perfeccionismo de su creador.
José Valencia ya hubiera traído bula de público y crítica desde años atrás, pero ha sido en este bisiesto cuando por fin ha dado el paso. Quizá precisamente condicionado por el ojo con que todos mirarían lo que muchos apuntaban oyendo al artista en directo.
“Flamenco a Chorro” viene que ni pintado como lema de un serial donde, estamos seguros, al final será ese chorro de voz lebrijana uno de los hechos más destacados. José Valencia, quien no hace mucho pasó por un quirófano para pagar un peaje tristemente habitual en el cante, sigue disponiendo de una torrentera vocal única.
Aún así no abusó de ella, solo en los momentos clave del recital. Podía haberlo trabajado desde el minuto uno, por malagueña y más tarde por soleá. Pero se dispuso sobre el escenario un cantaor más meticuloso que visceral. Inicialmente mucho más sobrio en el decir y en el gesto, que al final.
Sin perder la simpatía, teníamos otra impresión más agreste al verlo cantar “atrás”, el salto a la vanguardia del escenario le da un aire más jovial pero sin soltarse del todo. Es este un artista que ha mamado el rito (y la geografía) del cante desde pequeño y no otorga a la galería lo que otros, quizá con menos escrúpulos, no dudan en teatralizar.
Pero siempre muy sobrado. Manejando sus facultades perfectamente, con el oficio más que aprendido y con cierto estilo para llevar a su antojo los tiempos y las reacciones del público.
O sea, lo que precisa cualquiera que quiera ser muy grande en esto.
Tientos, taranta y sus bulerías “Jugándome la Vía” para concluir la primera parte.
Donde sí apostó por los quilates de voz fue al volver, más allá de unas juguetonas cantiñas, la seguiriya ya fue un ejemplo de saber de cante. No se le podrá acusar a José Valencia de empezar la casa por el tejado. A más de un veterano pondría firme esa seguiriya. Se notó siempre que ese era su terreno.
Bulerías lebrijanas, de donde “no se conoce ni de la misa la mitad”, apostilló. Y es probable. Se tendrían que volver a recorrer cámara y grabadora en mano esos pueblos de donde beben los que hoy tienen algo que decir.
José Valencia fue un pozo de sabiduría, incluso abrumadora, porque abarcó un flamenco fresco combinado con el más rancio “vintage” del género. Que a su vez complementado con la sobriedad y el por momentos “sonío negro” de su escudero Juan Requena, pusieron definitivamente a tono la mítica “Clamores”.
Cierre por tonás y sublime fandango de regalo, con lo que otros amagan, para erigirse en fenómeno de la temporada cantaora en Madrid. Peso pesado que lo sabe casi todo (y no decimos todo por prudencia, aún es joven)
Mucho caudal tendrán que poner de su parte los siguientes en este serial para estar a la altura del sevillano. La mayoría de aquellos más veteranos y contrastados en la profesión que el propio José Valencia. Pero, visto lo oído, ni eso puede que les valga para, al final, llevarse el gato al agua en eso de ser el triunfador “de la feria”. Uno, que todavía se imagina competencia y rivalidades en el gremio en estos tiempos de estrecheces. Da igual, sea lo que sea el caso es que siga la fiesta, antes de que nos la quiten.
José Valencia