Texto: Estela Zatania
Fotos: Jean-Louis Duzer (c)
Jueves, 16 de enero, 2014. 20h. Teatro Bernadette Lafont, Nimes (Francia)
El “interior” geográfico y humano del flamenco
La jornada flamenca del jueves en el Festival de Nimes empezó con la conferencia a mediodía del amigo José Manuel Gamboa sobre la aportación de Francia al flamenco, una historia de la fascinación francesa con el flamenco en el siglo diecinueve cuando en España fue rechazado. Como explicó el conferenciante, y como venimos comprobando en Nimes todos los años, nunca se ha roto el enlace.
Por la noche en el teatro, le tocó el turno a lo mejorcito de Lebrija y Morón de la Frontera, dos piezas imprescindibles del eje flamenco sevillano, cada uno con su peculiar e inconfundible perspectiva. Si en Morón domina el relajado aire de la cuerda pelá de Diego del Gastor, Lebrija se ha dejado llevar por la intensidad y urgencia de Jerez y Cádiz. De ahí la personalidad cantaora de José Valencia. Cantaor joven pero maduro, que lucha para abrirse camino como figura del cante después de décadas cantando en el atrás de las mejores compañías de baile, insobornable en su defensa del cante clásico. Ni temitas ni temitas.
Giraldillo al Cante de la última Bienal de Sevilla, además de dos Giraldillos anteriores, el de Cante de Acompañamiento y de Cantaor Revelación, vino acompañado por el malagueño Juan Requena, también Giraldillo del Toque de Acompañamiento. Con una primera grabación hace dos años, y otra en preparación, y gozando de la admiración, tanto de sus colegas como de la afición, Valencia se encuentra en su mejor momento profesional.
Su aparición en el escenario produjo un caluroso aplauso, y pronto aquella voz grande, redonda y flamenca llenó el aire de cantiñas con sabor lebrijano. Por soleá, empezó bien, pero casi en seguida algo chungo le pasó en la garganta que no se arreglaría fácilmente. Con su gran sabiduría cantaora, Valencia buscó tonos menos brillantes y estilos menos exigentes, salvando la situación gracias a sus conocimientos y profesionalidad. Las malagueñas con abandolao, bien. Por siguiriyas, la inestable condición de su garganta proporcionó un toque añadido de calor al cante normalmente pavarottiano de José. Decidió entonces cortar por lo sano, y fue a por todas con un maratón de bulerías, delante y solo ante el peligro, sin más acompañamiento que las discretas palmas de Juan Diego Valencia y Manuel Valencia, y los golpecitos sordos de Requena en su guitarra. El cantaor se aflojó la corbata, declaró por micro “no quiero defraudar, ¡aquí voy a morir!”, se puso en el borde del escenario y se dejó la piel en una larga serie de bulerías clásicas con mucho paladar y detalles seudo bailados; hasta las cuerdas vocales obedecieron, y con estas bulerías todo lo demás había sobrado. Así animado, José Valencia remató este difícil recital por martinete a lo Mairena.
Después de un descanso, volvemos a nuestros asientos para recibir una ráfaga de moronería a través del arte de Pepe Torres y su grupo.
Morón de la Frontera ha producido un sorprendente número de bailaores, siendo máxima figura actual el joven Pepe Torres. Es muy valorado por la afición porque a pesar de su juventud, conserva el arte de los mayores, pero no como reliquia museística, sino dando nueva vida y validez a las formas de Farruco, Rafael el Negro, Pepe Ríos, Paco Valdepeñas, Antonio el Marsellés o incluso el Gineto de Cádiz, todos quedan reflejados en su baile.
Pepe tuvo el hermoso detalle de abrir tocando la guitarra por siguiriyas, polifacético que es, en homenaje a su tio abuelo Diego del Gastor. A continuación, tonás y siguiriyas para el baile de Pepe, y un interludio de cante y guitarra por taranta.
El baile por alegrías es uno de los puntos más fuertes del recital, con el equipo cantaor de Luis Moneo, Moi de Morón, Guillermo Manzano y David el Galli, y las inconmensurables guitarras de Paco Iglesias y Antonio Moya.
Un solo de cante de tientos tangos, y después, la soleá, el palo que más identifica el flamenco de esta comarca, y un largo y sabroso final por bulerías. Pepe llama a José Valencia y su gente, y todo se deriva en un clásico fin de fiesta para el mayor gozo del público.