Texto: Estela Zatania
Fotos: Antonio Acedo
XVIII Bienal de Flamenco de Sevilla
Martes, 30 de septiembre, 2014. 2030h.
Teatro Lope de Vega
XVIII Bienal de Flamenco de Sevilla – Toda la información
Sin trampa ni cajón
Cante: José Valencia. Guitarra: Juan Requena, Manuel Parrilla. Palmas: Manuel Valencia, Juan Diego Valencia, Bobote. Dirección artística: José Valencia.
La jornada de martes en la Bienal de Flamenco de Sevilla no ha sido día de obras de gran formato ni de vanguardismo. A la siete de la tarde en el Espacio Santa Clara, el veterano cantaor Felipe Scapachini expuso su manera gaditana de entender el cante, y a las once de la noche, en el patio del mismo lugar, el admirado guitarrista jerezano, Paco Cepero, a punto de recibir el premio honorifico «Compás del Cante», ofreció su recital.
Entre una cita y otra, en el Teatro Lope de Vega, un cantaor de Lebrija, veterano a pesar de su juventud, valientemente reivindicó su lugar en el cante «de alante», es decir, en solitario. Este hombre que posee el Giraldillo al Joven Promesa, al Cante de Acompañamiento y al Mejor Cantaor parece tener todo. Hoy por hoy, José Valencia es el único cantaor de su nivel que se resiste a cantar temitas y canciones para «suavizar» el trago que supone para los no aficionados el soportar un recital de cante y guitarra sin más. Ni tablas hindúes, ni cajón, ni coros de segunda voz. El mayor impedimento que debe vencer José Valencia es que en el nuevo milenio, excepto en el contexto de las peñas flamencas o festivales de verano, el oficio de cantaor solista está quedando tan obsoleto como el recital de guitarra sin colaboraciones. Es un empeño de proporciones mayores conquistar un mercado menguante.
El cantaor tuvo un recital casi impecable. La voz obedeció para un repertorio ambicioso, la amplificación fue adecuada y natural y el acompañamiento fue aportado por dos guitarristas de nivel, Manuel Parrilla, que recordaba a ratos a su famoso tío, Parrilla de Jerez, y Juan Requena. También de agradecer ha sido la sencilla pero cuidada puesta en escena de una discreta taberna con mesitas y sillas, sin tópicos, y una iluminación sutil pero eficaz en todo momento. Las entradas y salidas de la reducida plantilla, y el cambio de vestuario del cantaor también ayudaron a mantener el interés.
Desde el impactante pregón a palo seco con el que empezó, hasta las bulerías finales con el inconfundible aire de su pueblo, Valencia entregó un maratón de buen gusto y conocimientos. Los muchos años cantando para baile, asignatura pendiente para otros que huyen de la tarea, le sirven bien, de ahí la soltura y poderío matizado de su decir.
Bulerías por soleá de diversos sabores, granaína, cante minero con abandolao, siguiriyas, tangos y cantiñas estilizadas, todo pasado por el prisma de su bien definida personalidad. Se necesita mucha afición para abarcar tanto con tanta energía.
En el 2014, las plazas de toros ya no se llenan con el cante clásico sin adornos, pero José Valencia, luchador y trabajador, llena un importante vacío en el flamenco.