Texto: Pablo San Nicasio
Fotos & videos: Rafael Manjavacas
José Manuel Gamboa conferencia «Historias de Nueva York» – Oscar Herrero guitarra en concierto «Sábicas / Esteban de Sanlúcar»
No suele ser España amiga de sus hijos más laureados. Costumbre que sólo se podía criar en el país que inventó aquello de las duras profecías en tierras propias. Cierto. En el flamenco se viene notando y mucho.
No obstante, para ilustrar mejor nuestros desmanes históricos hay especialistas. Artistas en lo suyo que con mimo y especial dedicación nos informan de lo que tuvimos, tenemos y, como decimos, apenas valoramos.
José Manuel Gamboa y Óscar Herrero se repartieron anoche en Entrevías la tarea de mostrar el flamenco como un elemento de nuestra cultura más que valorado en las Américas. Más, mucho más. Seña de identidad con cubierto en la Casa Blanca y no bota de vino o sobre con calderilla, y gracias, en las madrugadas de nuestra bodeguilla presidencial.
Con el título “Historias de Nueva York” se desgranó primero con palabra y luego con música el legado flamenco americano. Principalmente en la zona de la Gran Manzana.
A propósito presentará en breve José Manuel Gamboa un libro que avanzó anoche. En su tono personal y durante una hora, abrió los ojos a la reunión de cabales que se citó en el “Paco Rabal”. Anécdotas y chascarrillos aparte, se evidenció el profundo arraigo del flamenco en Nueva York. Arrancando en las excursiones del genial guitarrista Trinidad Huerta, hacia 1824, hasta nuestros más laureados actuales. Todos con parada obligada a orillas del Hudson.
El flamenco como modo de vida rentable en una tierra que abrió sus brazos a “Carmencita” y al Rojo el Alpargatero, que inmortalizó antes que a nadie en audio y en vídeo este género y que hasta utilizó esta música como reclamo religioso.
Los parentescos hollywoodienses del flamenco, la gran sabiduría de los críticos nativos y los hitos de la Argentinita o Vicente Escudero, de Carmen Amaya o Antonio, de Sabicas y Mario Escudero. Interesantísimo soliloquio que debió difundirse y publicitarse más. Hacen falta de estas una al mes por lo menos. Gasolina para la moral.
Tantos y tantos artistas los que por allí se encontraron que provocaron de forma natural el alumbramiento neoyorquino del concepto de coreografía flamenca o de la misma guitarra de concierto. Nada menos.
Guitarra de concierto que, acto seguido, el maestro Óscar Herrero se encargó de dejar por las nubes.
Óscar acaba de publicar “1912”, un disco homenaje a dos de nuestros patriarcas de la sonanta que tuvieron que emigrar cruzando el Atlántico. Y sobre las figuras de Sabicas y Esteban de Sanlúcar giró su soberano recital de guitarra sola, no sin antes preludiar magistralmente a la concurrencia con “Abantos”, su taranta-bulería que sólo por concepto ya quisieran muchos tener no ya en los dedos. En la cabeza.
Mente inquieta la del manchego, que ha reciclado para los tiempos actuales un buen puñado de toques que, a este paso, se iban a perder gratuitamente.
No está el flamenco para derrochar ese legado ni para tener en casa más de la cuenta a guitarristas como Óscar. Maestro en el matiz y fraseo, y de un picado tan contundente y preciso que deja apretadito a uno en la butaca.
Exquisito con la guajira y los campanilleros, y de tremenda musicalidad en las alegrías “Ole mi Cádiz”, no bajó el listón interpretando después a Esteban de Sanlúcar.
Autor de ninguneado valor musical y sólo potenciado por su exotismo, fue Esteban Delgado Bernal un creador de piezas para guitarra al mismo nivel que los grandes académicos de su tiempo. Y así quedó claro escuchando “Castillo de Xauén”, “Mantilla de Feria” o esos Panaderos que ya sólo se utilizan casi para hacer vuelta rápida en carrera. Bis con “Carmen”, interesantísima sevillana para que el que quiera ver y oír. Los hay que creen que esto no es flamenco.
Óscar Herrero volvió a poner en moqueta una guitarra que necesita de autores e intérpretes tan completos y cuidadosos como él. De nuevo no sabemos lo que tenemos. ¿Tendremos remedio?
Gamboa – Historias de Nueva York
Oscar Herrero – Caña de Azúcar
Oscar Herrero – Mantilla de Feria