El café Berlín está celebrando su 4 festival flamenco con una programación difícil de superar. Es un lugar de referencia en todo el mundo para los músicos creativos de nuestra música popular, es decir es uno de esos lugares donde ocurren cosas que con el tiempo todo el mundo recuerda. Pero no son buenos tiempos para los clubes que se empeñan en añadir CULTURA con mayúsculas a la noche madrileña.
No pisaba el Berlín desde el comienzo de la pandemia, así que volver con el nuevo proyecto “transfronterizo” de Jorge Pardo es como volver a casa. Hacerlo en el mismo día en que Faustino Núñez presentaba el libro “América en el flamenco” en el teatro Flamenco Madrid y que veíamos a Rafael Riqueni y Rocío Molina en el Matadero requería digestiones lentas. Te sientas en las sillas del Matadero (mortales, por cierto) y te acuerdas de Riqueni y Rocío por separado en el Berlín. Ya lo dijo Morente con letra (profética) de Leonard Cohen: “Primero conquistaremos Manhattan, después conquistaremos el Berlín”, o así.
Jorge Pardo presenta nueva banda bajo el nombre de “Trance” que es el documental (imprescindible) que esperamos ver en salas comerciales el próximo año. En enero se edita “Trance Sketches” (Karonte) las sesiones que se grabaron en Brooklyn para el documental y que constituyen la base de su próximo disco. Otra vuelta de tuerca en la carrera de Jorge Pardo que tiene varios compañeros reconocibles a primera vista: El guitarrista “Melón” Jiménez; el percusionista y director artístico del festival, el percusionista Bandolero y la cantante Bego Salazar. Por el lado menos habitual los gallegos Dani Domínguez en la batería y Tom Risco en el vibráfono y un veterano en el bajo: Víctor Merlo. Otra novedad es que vemos alguna partitura y esa tensión expectante al abordar un repertorio novedoso en el que aparecen ecos de Camarón (Rosa María, si tu me quisieras que feliz sería). La primera parte finaliza con “Rara Belleza” una composición con ecos orientales.
En la segunda parte Jorge cambia la flauta por el saxo tenor y la banda camina por la nueva senda con el swing característico del músico. En un momento Víctor Merlo lanza la frase del “A love supreme” que hace cinco años hubiera desencadenado una suite dedicada a la composición de John Coltrane pero que aquí no es más que una cita afortunada que enriquece el conjunto. En resumen todo suena nuevo pero resulta tan acogedor como siempre. La voz de Bego Salazar se rompe en esos sitios que masajean el alma y el vibráfono ensancha las armonías como ya experimentó en “Huellas”. Probablemente en futuras presentaciones veamos a Melón Jiménez en su esplendor creativo por que aquí estuvo más en la labor de equipo.
Jorge Pardo no se conforma con alimentar su leyenda, ahora ha vuelto a subir el listón y dice: “Una de las vocaciones del ARTE, es sumergirte en ese trance en el cual las percepciones como el tiempo o el espacio, colores, y demás se distorsionan, se alteran y así no quedan más desnudas ante su propia esencia; el propio espíritu”.
Casi nada, ya no importa si lo que toca es jazz, flamenco o qué. Lo importante es ponerse en el camino que recorren místicos, artistas y científicos en la búsqueda del duende, el grial, el éxtasis, el pellizco, el swing, el groove, el trance o la vida loca. Amén.