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Dentro del ciclo «Tres tardes de flamenco»
que ha tenido lugar en el teatro de la Zarzuela de Madrid el primer
fin de semana de febrero, la tarde dedicada al baile se hacía «De
noche» con el nuevo montaje del bailaor Joaquín Grilo. Y desde luego
que nos hizo soñar con esta representación, que transcurre en un
club de jazz inspirado en el bar Candela, lugar mítico dentro del
ambiente flamenco nocturno de la capital. En esta obra se plasman
los sentimientos, los conflictos y ese debatirse entre la realidad
y el deseo que experimenta un artista cuando llega la noche.
Este espectáculo, con un movimiento escénico muy
conseguido y una sucesión de diversos palos a través de la música
y baile, armoniosamente hilados, comienza con una introducción en
la que se empiezan oyendo los murmullos del bar: los músicos van
ocupando su lugar en el escenario, el camarero coloca las mesas
y el bailaor Manuel Bellido con sus gestos, sus tics, deja entrever
claramente que encarna a Pepito, persona peculiar dentro de las
noches de Candela. Tras formarse un corro de hombres y unos momentos
de algarabía con Grilo y Bellido como protagonistas, se inicia la
expresión de ese mundo particular de Joaquín, a través de una farruca.
Su baile es elgantísimo, lleno de fuerza, sus giros limpios, los
clava y sus conocimientos de clásico los une a la perfección con
su danza fundamentalmente flamenca.
Posteriormente salen a escena las dos mujeres entre
las que se debate el bailaor: Alicia Márquez y Nuria Figueroa, que
se pelean por conseguir su amor. Tangos y seguiriyas van expresando
las pasiones a través de una original coreografía, que es otra de
las grandes cualidades de este montaje. En los fandangos las dos
bailaoras se plantan cara y hasta llegan a las manos, hasta que
mediante un breve martinete Grilo pone fin a la lucha y da paso
a unas alegrías donde Bellido muy en su papel baila a ramalazos,
pero siendo inevitable observar un baile de calidad.
Los dúos entre los dos bailaores son magníficos,
pero el climax del espectáculo ha de llegar cuando Grilo a ritmo
de flamenco y jazz se marca unas bulerías en el cuadro escénico
donde esta la banda. La fusión es perfecta, innovadora tanto en
la música como en el baile de Grilo. Evidentemente este es el palo
fuerte del bailaor, en el se mezclan la jondura, la gracia, el ritmo,
la interpretación (genial cuando demuestra su borrachera) todo lo
impregna con sus modos jerezanos y su particular forma de entender
el baile. En fin unas bulerías de libro, que dan paso a una soleá
que termina bailando él solo, de nuevo con galantería, con su soberbio
zapateado y su excepcional braceo, con los gestos medidos, los justos,
que reflejan que Joaquín Grilo es uno de los mejores bailaores de
la actualidad, porque posee un baile heterodoxo, que lo tiene todo.
Con su grupo de lujo: el piano de Diego Amador,
la magnifica armónica blusera de Antonio Serrano, el contrabajo
de Miguel Vargas, las guitarras de Alfredo Lagos y Bolita y el cante
de David Lagos y José Valencia y toda la compañía da fin a su espectáculo
donde entre los cuatro bailaores vuelve a verse un cuadro compacto
con una coreografía que nunca resulta repetitiva.
De los espectáculos flamencos de danza este de
Grilo, es de los poquísimos que logra hacer una verdadera narrativa
de la danza con el baile como vehículo narrativo, liberándose de
los tópicos del género. Este jerezano consigue como los flamencos
de antaño «bailar al baile» y llevarlo hasta la histeria. Se evidencia
espontaneidad y artificio a la vez y la claridad de ideas de lo
que tiene que tener un montaje de baile flamenco. El resultado es
un verdadero espectáculo de flamenco moderno, de lo mejorcito de
la actualidad, que llega dentro, que emociona, que embriaga. Los
allí presentes tuvimos la suerte de contemplar una actuación que
nos hizo disfrutar, gozar con la sensación de haber hecho la mejor
elección para disfrutar de la noche.
Fotos: Rafael Manjavacas Lara. (De la actuación
de Joaquin Grilo con Diego Amador en el Colegio San Juan Evangelista
el día 25 de enero 2002) Actuación
Diego Amador