Texto: Silvia Cruz Lapeña
Fotografías por Jose Irún y (cedidas por Maestros de la Guitarra)
El músico de San Fernando presentó su primer disco en el Palau de la Música en el ciclo Maestros de la Guitarra y contó con Miguel Poveda como artista invitado.
El tocaor Jesús Guerrero pone en pie al público de Barcelona
Jesús Guerrero arrancó el concierto en el Palau de la Música Catalana con la rondeña que le dedica a su madre fallecida en “Calma”, su primer disco. Él mismo explico días antes en rueda de prensa que este trabajo parte en buena medida de esa pérdida y quizás por eso, el inicio del recital fue tan intenso. Rafaela sonó a promesa y desde ese primer toque el público comprobó las habilidades de un Guerrero que salió al escenario muy seguro y dispuesto a darlo todo.
Tras ese inicio, el tocaor isleño mostró los fuertes de “Calma”, un disco variado del que tocó también la granaína, la rumba, las bulerías o Hurry, una composición que parte del folklore latinoamericano al que puso voz Miguel Ángel Soto “Londro”. Ni siquiera se echó de menos a Alejo Martínez, cantante que lo interpreta en el disco, porque supo a gloria escuchar al jerezano ayear un tema bellísimo con aires de chacarera. Hurry es una pieza sencilla y luminosa que abrió de par en par los oídos del melómano curioso.
A partir de ahí, Guerrero mantuvo al público expectante, mostró su técnica, pero también sensibilidad, aplomo para mostrarse en el Palau y capacidad para dirigir a los artistas que le acompañaron: el baile de Abel Harana, el bajo eléctrico de Manuel Sierra “Chechu”, con quien tuvo un par de momento de mucha complicidad, la percusión de Paco Vega y las palmas y la voz de “Londro”, que cantó por siguiriya pero poco más. Habría sido un plus para el respetable escucharlo un poco más, quizás en la bulería final, cantada en el disco por Niña Pastori.
El protagonista disfrutó de su actuación, aunque se le vio molesto en varias ocasiones por cuestiones relacionadas con el sonido, algo que ya se ha convertido en la tónica de los conciertos flamencos. No es posible que en recintos tan dispares, con los mejores sonidistas y músicos de nivel haya peticiones constantes de subir esto o bajar lo otro durante todo el concierto, algo que no ocurre en otros géneros musicales. Por ceñirnos al recinto y poner sólo algún ejemplo: no se ha visto en el Palau a Natalia Gutman, Daniel Barenboim o Franco Battiato corregir a los sonidistas como lo hacen los flamencos.
Una oportunidad bien aprovechada
A pesar de esos inconvenientes, Guerrero supo sacarle jugo a la ocasión y aprovechó para enseñar otras cosas además de su disco: por ejemplo, su habilidad para componer hermosos temas sin palo, canciones, donde consigue altas cotas de emoción porque su guitarra en esos momentos también se convierte en voz. Tiene experiencia creando y se le nota: lo ha hecho para Merche Esmeralda, para Eduardo Guerrero, Ana Morales o Miguel Poveda. Y ese poso se percibe en el disco y en el directo, donde es evidente que se cree lo que interpreta porque es suyo: ha salido de su cabeza, su corazón y sus manos.
A mitad del concierto, salió a cantar Miguel Poveda, cantaor al que siempre acompaña Guerrero. Poveda fue recibido por el público como uno más, algo que fue de agradecer porque relajó al catalán, que cantó como un animal herido “Tierra de luz”, poema de Federico García Lorca con el que estremeció al público y al propio Jesús, agradecido de ser él, por una vez, el acompañado. Y con qué nivel, porque sin perder un segundo, Poveda acometió unas alegrías refulgentes, cantó feliz, a pulmón batiente, generoso. El tocaor echó entonces chispas de sal pero también de inteligencia, pues era el protagonista y como tal ejerció. La prueba es que ni la enorme proyección de Poveda le hizo sombra y Guerrero aprovechó la oportunidad del Palau para mostrar todas sus facetas con algo más que solvencia: la de tocaor atrás, compositor, director de músicos y concertista. El premio fue ver al público del Palau, que no suele jalear ni decir “olé”, aplaudiendo y puesto en pie.
Guerrero venía de presentar “Calma” en la Bienal de Sevilla como artista incluido en la sección “Novísimos”, nombre casi opuesto al del ciclo en el que actuó anoche en el templo de la música en Barcelona: Maestros de la Guitarra, programación que lleva 17 años en cartel y que cada vez incluye más sonantas jondas. Aún así, sigue siendo excepcional escuchar flamenco de este nivel en la Ciudad Condal. Por eso, el concierto de Guerrero es una buena noticia, porque quizás no sea en Barcelona donde se guarden las esencias de lo jondo, pero hay un público preparado para disfrutar de la buena música sea del género que sea. Y la que se aplaudió anoche fue una muy bien parida.