Hay dos maneras de bailar flamenco en estos días que corren. En el clásico van los bailaores y bailan. En el otro se abre el telón y te pones a pensar en la historia que están contando. Ese flamenco escénico y narrativo parece que es el que se lleva entre los programadores de ahora. De manera que los bailaores contrastados además de bailar tienen que contar historias y ponerlas en escena. Aviso: son tres oficios muy distintos. A saber: escribir, coreografiar y bailar.
En las notas al programa se dice: “Una estética vanguardista, flamenco, otras músicas y estilos de danza envuelven Baile de bestias, una propuesta intimista del bailaor catalán Jesús Carmona, al que acompaña el instrumentista y cantante Manu Masaedo en un viaje por un mundo onírico, en el que un personaje desafía a sus bestias interiores a bailar. A través del baile llega a la quietud y la transforma en belleza, en movimiento, emoción, y en claves para entenderse y entender a los demás”.
Entro en el teatro Pilar Miro y están frente a frente Jesús Carmona y Manu Masaedo, parece que se están retando. Se apaga la luz, se abre el telón y vemos un bosque, desde mi butaca los árboles parecen reales. Se oyen voces amplificadas y superpuestas, al rato se distingue una invitación a identificarse con la libertad del balarin/bailaor. Tras una pequeña performance Jesús baila flamenco, parecía una composición de Morente pero no le reconozco la voz, quizá sea otro, o está modificada. Más adelante suena la Paquera matizada por algún programa (o cachivache) diabólico que le quita las esencias y los gritos huracanados. Jesús es un bailaor excepcional, ha ganado casi todos los premios que merecen la pena subido sobre unos tacones y ha ganado varios en zapatillas. Acaba el baile y comienza la pantomima (en el mejor de los sentidos) los artistas saludan y se despiden. El público aplaude ese final a los pocos minutos de comenzada la obra así que sospecho que lo que sigue es el baile de las bestias.
Manu Massaedo es un percusionista fabuloso y lo demuestra con Jesús en plan bailarín contemporáneo que se agita y se contorsiona, se mancha con polvo y se lava la cara. Tira de una soga y aparece un plataforma con un set de percusión, guitarra y cachivaches varios. No es “Stop Making Sense” (la película con los Talking Heads) pero tiene sentido. Manu canta y rapea, al percusionista parece que se le ha comido un lobo melódico.
Me pierdo en la narración y Jesús vuelve a bailar. La complejidad de pasos y movimientos hace que olvide el mensaje, los árboles y el bosque.¡Bravo!
Luego vuelvo a barruntar cavilaciones. Supongamos que el escenario está vacío y el set de percusiones está en el centro, queda bastante espacio para el baile y para que algún músico más que se punte a la jam. Manu conoce a varios excepcionales como los que militan en su grupo 23 Colective una banda de latin-jazz que te puede poner en órbita en unos segundos. Regreso al bosque. Jesús ha vuelto a bailar flamenco, el teatro entero se pone en pie apludiendo los artistas saludan. ¿Cómo era aquello de ver los arboles y el bosque?