Manolo Sanlúcar “Tres
momentos para un concierto”
Domingo, 27 de febrero, 2005. Sala la Compañia. Jerez
“Tres momentos para un concierto”. Guitarra
y dirección musical: Manolo Sanlúcar. Segunda
guitarra: Santiago Lara. Cante: Carmen Grilo. Percusión:
Francisco González “Paquito”, Jorque Aguilar.
Música: Manolo Sanlúcar.
Compañía Javier
Barón “Notas al pie”
Domingo, 27, 2005. 2100h. Teatro Villamarta, Jerez.
“Notas al pie”. Baile: Javier Barón,
Isabel Bayón. Cante: Juan José Amador, Pepe
de Pura. Guitarra: Javier Patino, Juan Diego Mateos. Percusión:
Juan Ruiz. Violín: Alexis Lefevre.
Texto: Estela Zatania
Juan de Juan: más
maduro, más confiado
Interesante
y variada oferta para la tercera jornada del Festival de Jerez.
En la Sala la Compañía, y dentro del ciclo “Los
Novísimos” dedicado a los jóvenes bailaores,
había aforo completo para Juan de Juan, durante años
bailaor estrella y protegido de Antonio Canales, ahora independizado
y haciendo crecer su ya considerable fama. Morón de
la Frontera, donde nace este joven, es un pueblo de tocaores
por excelencia, pero también tiene una marcada tendencia
a producir fenómenos del baile, la misma Juana Amaya,
una de las maestras de Juan, sin ir más lejos.
Con la guitarra de Jesús del Rosario y la voz, no
anunciada pero bienvenida, de Guadiana, Juan de Juan se mostró
más maduro, más confiado y seguro aunque todavía
necesita sentarse y administrar su desbordante energía
– donde otros quieren y no pueden, este bailaor llega
y sigue p’alante. Se nota la fuerte influencia de Canales,
pero también la admiración artística
que siente por Farruquito, y la mezcla del compás y
gitanería de éste, con los detalles interpretativos
y toque de locura de aquél, da lugar a una personalidad
de bailaor que es tan actual como única en el panorama
del baile flamenco de hoy día.
Sanlúcar: Inquietud y búsqueda
permanente
Hace tiempo que Manolo Sanlúcar ha ganado su lugar
de honor. Ya no necesita luchar por mantenerse vigente porque
tiene concedido el carné permanente de genio de la
música y guitarrista virtuoso. Junto con Paco de Lucía
es pieza fundamental de la movida evolucionista en la guitarra
flamenca que empezó a coger velocidad a principios
de la década de los setenta gracias a los dos maestros.
En este recital compartido con Javier Barón, el sanluqueño
ofreció una retrospectiva de las obras más representativas
de su dilatada carrera, incluyendo las composiciones hasta
1989, Tauromagia y Locura de brisa y trino.
Manuel Ríos Ruiz habla de “la fusión
sin esfuerzo aparente” que ha contribuido Sanlúcar
al flamenco, y en el recital que presentó en el Villamarta
pudimos disfrutar de aquella inquietud y búsqueda permanente.
El maestro hablaba bastante entre tema y tema, recordando
anécdotas o comentando las composiciones. Nos cuenta
que “Pastora Pavón ‘La Niña de los
Peines’ ha sido mi madrina artística”,
luego cita a Manuel de Falla: “La música no es
para comprenderla sino para sentirla”, una clara referencia
a los que ocasionalmente han cuestionado el experimentalismo
en el flamenco.
Después de unas alegrías bastante clásicas
– a pesar de la contemporaneidad de la música
de Sanlúcar, el músico suele abstenerse de las
afinaciones alternativas tan de moda actualmente, y por muchos
acordes curiosos que meta, el flamenco y su compás
siguen siendo el pegamento que justifica todo – se incorpora
la cantaora Carmen Grilo para interpretar el apartado de “Locura
de brisa y trino”.
El recital acaba con una pieza no anunciada en el programa,
“‘La danza de los pavos’”, una canción
al compás de alegrías que toma el nombre de
un cuadro del pintor andaluz Baldomero Romero Ressendi que
ha servido de base para el próximo trabajo discográfico
del guitarrista.
Javier Barón: varonil sin
desgaste innecesario de testosterona
Después
del descanso se atenúan las luces y aparecen los músicos
de Javier Barón de uno en uno, de manera casual, como
el que acude a un ensayo. Es un comienzo que el bailaor sevillano
ha empleado en otras ocasiones y que expresa su deseo de huir
de toda superficialidad y artificio. Barón aparece
y se coloca delante, inmóvil, largo rato, debajo de
un foco cenital…la misma “coreografía”
empleada por Eva Yerbabuena para cerrar su reciente obra “A
cuatro voces”. A veces el rechazo de la superficialidad
cae en excesos existenciales. Pero queremos perdonarle todo
a este hombre que baila con tanta naturalidad, respeto e integridad.
El grupo se compone de dos guitarras, dos cantaores, percusionista
y violín, además de la destacada colaboración
de la bailaora Isabel Bayón cuyo estilo seco y geométrico
gana en expresividad frente a Barón, sin alterar la
singular perspectiva de éste. Normalmente el baile,
igual que el cante o el toque, sufre en función del
número de intérpretes que realizan cualquier
actividad determinada porque el flamenco está construido
como empeño unipersonal, pero Javier e Isabel demuestran
una convincente simbiosis, aparte de realizar sendos bailes
individuales.
Isabel baila la malagueña del Mellizo para dar entrada
al jaleo extremeño. La primera vez que recuerdo haber
visto bailar un cante libre fue en 1964 cuando Manuela Vargas
montó una coreografía para la petenera de Pastora
que carece de ritmo fijo, y desde entonces muchas bailaoras
han prologado sus bailes de petenera de esa manera. El baile
sin ritmo fijo suele salir de carácter rápidamente,
o se degenera en gestos y movimientos de cine mudo, así
que no es probable que se convierta en moda, o al menos eso
esperamos.
Una hermosísima introducción de violín
conduce a la soleá por bulería de Javier. El
suyo es un baile sobrio y sencillo, varonil sin el desgaste
innecesario de testosterona al que acude otros para provocar
el aplauso fácil. De hecho, en cada recital Javier
Barón se propone desde el comienzo ganar al público
a base de su fuerza expresiva – los primeros aplausos
son educados y reservados, pero la gente siempre acaba entusiasmada,
embelesada y de pie. Y así ha sido la noche de domingo
en el Villamarta.
Pele: cante en toda regla
Más
flamenquería con el Pele y Manuel Silveria en la bodega
de los Apóstoles que se llenó rápidamente
a pesar de la noche lluviosa. Estamos acostumbrados a ver
vanguardismos en la bodega, pero los cordobeses ofrecieron
un recital de cante en toda regla: soleá, siguiriya,
una zambra caracolera, alegrías, bulerías y
tonás. El cantaor estaba en excelente forma y se le
notaba a gusto. Después del último cante, la
lluvia, ahora más fuerte, no pudo apagar el ánimo
de aquellos que hicieron para la peña El Pescaero para
la penúltima copa de jerez y la actuación del
cuadro de La Rubia.
Manolo Sanlúcar con Carmen Linares
'Locura de brisa y trino'