Texto: Estela Zatania
Fotos: La Bienal
17 Bienal de Flamenco
Domingo, 9 de septiembre, 2012. 2300h. Monasterio de la Cartuja
Especial 17 Bienal de Flamenco de Sevilla – Toda la información
El desnudo existencial de Israel
Las obras de Israel Galván llevan años evolucionando hacia la reducción o eliminación de elementos y estructuras. Anoche, con “Solo”, el artista alcanzó lo máximo de lo mínimo. Durante 40 minutos se movía por el escenario…solo, el título mismo de la obra es el libreto…sin música ni percusión ni escenografía ni ningún tipo de acompañamiento. Vestido de negro, interpretó una sola pieza de apenas 40 minutos sin paradas, comienzos ni finales. Para llegar a mayor sencillez, sólo le queda andar desnudo como los santones de la India.
Pensándolo bien, algunos fundamentos del pensamiento oriental parecen estar detrás de la obra de Israel Galván. Empezando por el concepto de que debemos luchar contra el impulso de “hacer sustantivos de verbos”, cuando bailar es precisamente lo contrario; la expresión de ideas o emociones (sustantivos) mediante el movimiento (verbos).
Es que los “espectáculos” de Israel Galván, y mira que tratándose de él parece necesario poner esa palabra entre comillas, son ejercicios mentales, como los acertijos del budismo que estimulan la meditación. Vas a sus actuaciones, no para recibir entretenimiento, sino para enriquecerse intelectualmente y poner a prueba tu capacidad para asimilar el significado de su mensaje. No siempre es fácil.
Dice Galván que en este trabajo baila a su propio compás, “el ritmo interno siempre está”. Esto es mucho más radical que bailar sin música siguiendo el compás que todos tenemos en mente y que cuelga en el aire. Es romper con el compás como lo hemos conocido hasta ahora, y reivindicar la libertad absoluta del intérprete. Suena perfecto…todo artista debe gozar de plena libertad creativa. ¿O no? A lo mejor el acto en sí de bailar se define como la respuesta corporal al estímulo externo de un ritmo, una música o una voz. Pero Israel no quiere dialogar. Exige una libertad tan total que sólo le sirve el monólogo.
Desde el silencio y la oscuridad llegó el artista andando despacio. Cualquier otro maestro, al aparecer en un escenario al comienzo de cualquier actuación, hubiera sido recibido con aplausos. Pero todos intuimos que la superficialidad de una ovación no procedía, y había un silencio de lo más absoluto entre las 300 personas, el aforo completo del patio del monasterio de la Cartuja, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. En ese instante un pájaro nocturno, posiblemente una lechuza, hizo su típico sonido melancólico como si por mutuo acuerdo, atreviéndose una y otra vez a ser el único acompañamiento de Israel a lo largo de la corta presentación.
A Israel lo hemos visto extremadamente delgado pero fuerte. Es un look que complementa su baile conceptual. Poco se puede decir de lo que hizo durante esos 40 minutos. Las posturas galvánicas de siempre, con bastantes nuevas que delatan mucho trabajo de investigación. Y me pregunto: ¿no se realiza este tipo de búsqueda más eficazmente en la intimidad de un estudio? De pronto te seduce con un corto fragmento de compás, pero se desvanece en seguida. O una sola línea de cante con su voz, pero no la acaba. Pequeños gritos, percusión contra sus pies, abdomen, dientes…
En mi opinión, que no es más que eso, una opinión, Israel Galván se ocupa de la forma mientras hace caso omiso de la esencia. A buen seguro, cualquier bailaor que se moviera por un escenario sin ningún otro estímulo que el silencio, aburriría al espectador. En ese sentido, y sin lugar a dudas, Galván, gracias a su extraordinaria imaginación y capacidad técnica aburre mucho menos de lo que haría otro. Siempre se dice que lo mínimo que se necesita para una reunión flamenca es a un cantaor. Ni una guitarra sola ni baile solo…dicen. Nuestro hombre parece decidido a desafiar ese concepto, y no sé si logra el objetivo.
El problema con los monólogos es que el observador puede observar, pero jamás simpatizar porque no se ofrece ningún terreno común donde poder admirar lo bien que es pisado por el artista. “Solo” no es flamenco en función de las definiciones convencionales, sería ingenuo insistir en que lo es. Pero tampoco lo fueron los bailarines de kathak del otro día, ni diversos elementos que han sido incorporados en esta Bienal de…Flamenco.