La suma flamenca hace cumbre con el estreno en Madrid de «La edad de oro»
Israel Galván, bailaor. David Lagos, cantaor. Juan Requena, guitarrista.
Israel Galván es único, ha desarrollado un estilo tan personal que parece una tendencia dentro del baile flamenco. Hay videos de un Galván adolescente en los que se perfila ese impulso a las angulaciones, más tarde comenzó a deconstruir movimientos; es decir, a pasar en un suspiro de la pose inicial a la intermedia y de ahí a la final sin que los pies ignoren el contexto (el palo o pauta rítmica que está bailando). En este proceso ha invertido años y una de las obras que le consagraron fue “La edad de Oro” (2005) que montó inicialmente con el cante de Fernando Terremoto y la guitarra de Alfredo Lagos.
El guión de la edad de oro remite por un lado, según Pedro G Romero, a la edad de oro del cante, situado entre los años cincuenta y setenta del siglo XX que viene a coincidir con la apertura de la dictadura de Franco hacia el turismo y las bases americanas, los tablaos, el Mairenismo, el programa “Rito y geografía del cante” y un batallón de cantaores de un calibre excepcional. Entre los que cita Pedro G en el texto están Tío Gregorio Borrico, Juan Talega, Manuel Agujetas, Manuel Soto «Sordera», Perrate, Tía Anica la Piriñaca y Terremoto de Jerez. Podríamos añadir docenas, pero ya se van haciendo a la idea. La otra parte de la narración (según Pedro G en los años del estreno de la obra) se alimenta de la película del mismo nombre de Buñuel. Israel improvisa mucho y estoy convencido de que su “Edad de oro” ha cambiado significativamente, en primer lugar porque depende en gran medida del cantaor y se estrenó con Fernando Terremoto que falleció en el año 2010. El hijo de Terremoto de Jerez dejó sin acabar un disco producido por la figura del pop español Gecko Turner que es un testimonio de la evolución del flamenco desde el respeto y el conocimiento y que tiene que ver con el disco firmado el pasado año por David Lagos “Hodierno” en el que escuchamos un saxo y música electrónica. Una voz con mucha experiencia dijo al salir de su concierto hace un año que lo que le gustaba de “Hodierno” era que el cante se mantenía como si no existieran ni la electrónica ni el saxo. ¡Qué cabreo! ¿Para qué juntarse con otros artistas si no te va a afectar su aportación? ¿Tiene sentido escuchar a un cantaor “puro” con electrónica añadida si no te interesa la electrónica?
Estreno de “la Edad de oro” en Madrid. El guión técnico parece el mismo, canta David Lagos con Juan Requena al toque. La obra ya había sido representada desde el 2011 por el cantaor acompañado por su hermano Alfredo Lagos. No estoy seguro si la secuencia de cantes es la misma, las letras me parece que no y en esencia los movimientos de Israel están marcados en los mismos lugares. Hay grabaciones con Fernando Terremoto que dan testimonio de ello, aunque el resultado no es el mismo.
Ayer, el bailaor le hizo un gesto a su cantaor y ambos se acercan al borde del escenario sin micrófonos. Israel le baila a David que en el esfuerzo parece que va a perder la voz antes de rematar la faena, milagrosamente saca el último aliento al borde de la asfixia justo a tiempo para que llegue el tacón del remate de Israel y se quedan frente a frente; y entonces Israel le ofrece la mano a David Lagos, se saludan y regresan a los micros. La gran diferencia de Israel con los bailaores clásicos es que nunca permanece en la pose, no se queda inmóvil para la foto. Nunca ha estado en eso.
He decidido no tomar notas en los espectáculos, no quiero molestar con luces ajenas a la escena. Así que es probable que la memoria traicione la secuencia de recuerdos. David canta por Fernanda el clásico “¿Qué quieres de mí?, si hasta el agua que yo bebo, te la tengo que pedir” eso fue la antesala para que el público reaccionara ante la majestuosidad del cante de David Lagos, estallando una parte sustancial y audible al unísono ante un quiebro de jondura inmarcesible. Es el mismo público que vemos más en los shows de Niño de Elche que en el flamenco y es una revelación de que los que buscan “modernidades” en Galván pueden encontrar ese arte clásico y jondo que los exageraos no dudan en calificar como “milenario”.
Ya saben cómo es el baile de Israel, nos incomoda al reventar todas las costumbres y en ese sentido estamos seguros que le cambia la velocidad y la percepción a sus compañeros en escena que deben esforzarse para mantenerse en el entorno clásico que marca el guión. Israel añade innovaciones como el suelo electrónico que vimos en “Mellizos dobles” mientras que nos presenta una escena libre de objetos e iluminada con sobriedad minimalista. Nada se sugiere más allá del toque, el cante y el baile. Al final, en el bis, representan una “chufla”. El cantaor coge la guitarra, el bailaor canta (de aquella manera, pero canta) y Juan Requena se marca un baile contemporáneo a nuestra risas y aplausos. Cumbre.