La segunda edición del festival “Bierzo al toque” comienza con catas a los vinos de la tierra y los proyectos de José del Tomate con El Bola y José Maya.
Hay lugares inesperados en los que brotan los flamencos. Ocurrió hace una década en Pamplona y está empezando a ocurrir en el Bierzo en la despampanante osamenta de una térmica. Aquellos lugares que quemaban carbón para producir kilowatios a cascoporro.
El Bierzo no es la primera zona minera en la que crecen las tarantas (recuerden a La Unión) pero ésta era zona de barbecho para los flamencos hasta que llegó Miguel Morán, el creador del FIB de Benicasim y el milagroso “Flamenco -On-Fire” navarro. La segunda edición comenzó con una cata de vinos de la zona con la guitarra de Carlos de Jacoba que se animó a cantar una copla sobre la belleza de la tabernera y las bondades de los caldos que ofrece. Carlos es un guitarrista de gusto exquisito capaz de interpretar el tango “Volver” como si nunca hubiera existido Gardel, en sus manos la melodía sabe a ese vino que comparte tercipelo con espinas y que te deja un retrogusto a los amores fugaces soñados hasta la eternidad.
Carlos de Jacoba canta sin micrófono en una sala en la que han crecido las palmeras entre los restos de la revolución industrial y su voz suena intensa con una reverberación natural. Para la segunda cata cuentan con el celebrado enólogo Raúl Pérez al que una buena amiga que sabe de vino y de flamenco llama emocionada “El Enrique Morente del vino”, un revolucionario en su territorio, un inconformista que confiesa que le gusta compartir el vino: “Yo nunca he abierto una botella solo”.
El encuentro entre el enólogo más laureado del mundo mundial le sirve al cantaor Arcángel para hacer un experimento; Arcángel le pide a Carlos de Jacoba que se busque la vida con la afinación de la rondeña; una tonalidad que usaba Ramón Montoya en la guitarra a principios del siglo XX y que mantenga esa tonalidad durante toda la mañana.
Hace una cosa más y es utilizar las mismas letra con distintos cantes en respuesta a la manera que utiliza Raúl Perez, para hacer un vino compartido entre 18 productores.
CANTES DE HORMIGÓN Y DE CRISTAL
El festival cuenta con abundantes actividades paralelas. A destacar los talleres para niños que ofrece El Torombo, si quieren recuperar la parte mágica de ser un niño lleven a sus hijos a la vera del Torombo, si no tienen hijos inventen una buena excusa tipo “se me ha olvidado el niño en casa” o “el perro se ha comido los deberes del niño y el tierno infante está esperando que los devuelva…
La fotógrafa Ana Palma, habitual de estas páginas, presenta 26 fotografías en blanco y negro entre las que destacan la dinastia de los Morao y nuevas figuras como Israel Fernández que cumplió con creces con la expectación creada en torno a su persona y ofreció un concierto jaleado por los presentes que llenaban la sala Turbinas, un espacio que parece una venganza de cemento y cristal para que no se despisten los viajeros.
Imposible hacer un juicio crítico de su recital. Sabemos que hay mejores lugares para ver un concierto de esas características así que nos quedamos con el gran impacto de Israel entre los asistentes.
UN PUBLICO A ESTRENAR
No hay muchos espectáculos flamencos que recalen en Ponferrada así que este publico está envuelto en celofan. Aplauden la aparición de José Maya sobre el escenario, se muestran impacientes ante un silencio en el martinete con el que Ismael “El Bola” comenzó su concierto junto a José del Tomate que lleva la funda de su guitarra envuelta en imágenes de Camarón.
Durante el descanso entre concierto y concierto la organización rinde homenaje a Pepe Habichuela y a José María Velázquez Gaztelu (uno de los artífices de “Rito Y Geografia del Cante”). Está bien eso del cariño, está bien acordarse de nuestro gigantes del arte jondo.
Tras la sesión del dj, que no es otro que este que firma la crónica, llegó aquello de salir a la terraza a refrescarse y ver como Israel Fernández, concluida su tarea en el escenario, recuerda desde su teléfono cómo cantaba Antonio El Rubio en el disco “Sigo siendo” que produjo para escuchar de cerca a un cantaor de otra era. Luego cerró la Térmica cultural y la juerga flamenca se trasladó hasta el parking para hacer parada y fonda en un lugar inenarrable llamado Morticia compartido por Eduardo Manostijeras, Frankestein, la novia del susodicho y los Monster. No tenemos las fotos de cómo sobrevivieron los flamencos en ese lugar pero podemos asegurar que fue digno de un cuadro. Así que ya ven, Miguel Morán ha conseguido que brote el flamenco de otro lugar inesperado, en este caso Israel, José Maya y Arcángel son los que reparten las semillas.
Fotografías @Manjavacas.flamenco