¿Recuerdan la novela «Un ciego con una pistola» ¿Y si la pistola se encasquilla?
Ha comenzado una nueva era en el flamenco pero no tiene nada que ver con el trap, la salsa y la música urbana que hacen los gitanos de hoy, ni tiene que ver con el jazz, ni siquiera tiene que ver con que Fraskito o Rycardo Moreno le pongan o le quiten una cuerda a su guitarra y toquen con una de seis o siete cuerdas. Tampoco tiene que ver con Refree ni con el Niño de Elche, nada que ver con echar electrónica o rap al puchero. No tiene que ver ni con la técnica de guitarristas ni con la de los bailaores, ninguna relación con los fardos de Pericón ni con “Vanguardia, jaleo y duende” un recopilatorio de textos sobre la música española en el siglo XXI que aparecerá en la inminente feria del libro de Guadalajara (México).
Se abre el telón y se hace realidad el sueño de todos los fotógrafos que se han dedicado a retratar lo que ocurre sobre los escenarios: Han desaparecido los micrófonos y todos los cachivaches asociados al hecho de TRANSMITIR el sonido. ¡Ojo! Así comienza “Stop Making Sense” la película sobre un concierto de los Talking Heads en el que un escenario vacío se va construyendo hasta llenarse con todos los elementos del rock.
Tener un espacio diáfano, limpio, sin trincheras ni artilugios, es el sueño que vivimos los aficionados hace unos años en la sala García Lorca en el añorado Casa Patas. Guitarra, cante y nada más… sin reverb y sin mesa de mezclas y… si se va la luz escuchamos el cante a la luz de una vela.
ISRAEL FERNÁNDEZ Y DIEGO DEL MORAO, PRIMERA PARTE
Se abre el telón y vemos dos sillas en un escenario iluminado como los franceses veían a Camarón y Tomatito (como un ET caído del cielo en una película de Spielberg). ¡Qué bonito! Comienza el cante e Israel parece incómodo con el volumen así que ajusta el sonido de la petaca en el primer cante y en el segundo y en el tercero. Eso es lo que tiene el limpiar el escenario de cosas y cachivaches que nos fijamos en su arte y en sus gestos. El cantaor hace mutis. Se queda solo Diego del Morao que se mira la uña mientras nos explica que le va dar un respiro a “mi-isra”, se nota que se quieren y se admiran pero… ¿Qué pasa cuando a un guitarrista se le rompe una uña? ¿Cómo influye eso a la hora de buscar esa nota que le falta al arte? ¿Qué pasa en la novela de Chester Himes: “Un ciego con una pistola”?.
¿LA PISTOLA SE ENCASQUILLA?
Imaginen el dolor del asesino a sueldo con la uña rota dispuesto a disparar con el dedo en carne viva. Diego comienza su obra, su guitarra tiene el eco de los Moraos pasados, presentes y futuros y ese soniquete único en el mundo mundial Un sonido criado en esas calles, en los patios, en los colmaos y tabancos de Jerez y en la fiesta que separa dos mundos: en un lado, los obreros que recolectan las uvas; en el otro, los señoritos de juerga. Por eso creo que le suena la guitarra así de profunda, de triste y de alegre y Diego cita en un instante la “Rocayisa” su antecedente para que se nos aparezca de nuevo Moraito Chico y ya nadie se acuerda de lo que duele una uña cuando le estás poniendo el alma a lo que tocas.
Está Jerez inundado por las lluvias torrenciales y Diego del Morao ha abierto las aguas como Charlton Heston/Moisés en “Los Diez Mandamientos”. La ovación es de campeonato. Entra un mesa y los nudillos y el compás de Ané Carrasco, de Marcos Carpio y de Pirulo. Vuelve Diego e Isra lo besa emocionado. Ahora todo suena a lo grande, igual le han cambiado la pila a la petaca o es el subidón que nos entra porque nos hemos puesto “moraos” con esa guitarra. Israel sigue con el repertorio de Jerez que es ese lugar donde te quedas a vivir sin que te preocupe el arte que hay en el resto del mundo ni quinientos metros más allá. ¿Se acuerdan ustedes/vosotros del titular? Eso de entrar en la nueva era del flamenco tiene sus riesgos y su pequeña parte chunga: Los matices. Imaginen como se siente el cantaor, estás en el teatro de los sueños lleno, no hay nada entre tu voz y esa gente que está tan cerca y tan lejos y quieres que se conmuevan todos hasta el último de la fila y por eso subes la voz y parece que gritas.
Recuerdo mi último concierto de El Torta en el Clamores, no era consciente de que tenía un micrófono delante y cantaba como si fuera la última vez. Ni siquiera aplaudimos, nos quedamos en silencio para respetar el eco, ese eco que aún me golpea la mente. Contaba Lola Flores que lo que le volvía loca de aquel hombre llamado Manolo Caracol era su manera de susurrar.
En esta nueva era nos falta la costumbre de bajar la voz y entonar al oído. Mi recuerdo preferido de este verano es el de Israel con Arcángel cantando a la luz de una farola mientras esperábamos un taxi en Ponferrada. En la sala roja de los teatros del Canal acabó con unas bulerías que principiaba con el grito de guerra de la Paquera de Jerez, una leyenda a la hora de cantar sin micrófonos, ni altavoces incluso en el Palacio de los Deportes de Goya. Luego se fueron con una pataita de Pirulo. Se acostumbrarán, le cogerán el tranquillo y gozaremos más, mucho más.
FICHA. Suma Flamenca. Madrid. Teatros del canal. Sala Roja. Israel Fernández.Cantaor de Toledo. El Gallo Azul. Estreno absoluto
Israel Fernández, cantaor
Diego del Morao, guitarra
Ané Carrasco, percusión
Pirulo y Marcos Carpio, compás
Israel Fernández, dirección
Rufo, dirección creativa
Antonio Romero, sonido
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