Ficha artística. Espectáculo: Yo soy. Baile: Isabel Bayón. Guitarristas: Jesús Torres, Paco Arriaga. Cantaores: David Carpio y Juan de Mairena. Con la colaboración especial de Sandra Carrasco. Percusión: José Carrasco. Lugar: Teatro Central. Fecha: 29 de septiembre de 2018. Aforo: Lleno.
Sara Arguijo
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Isabel Bayón baila desde que era una enana y prácticamente no tiene ningún recuerdo en el que no se vea así. Toda su infancia, su adolescencia, su juventud y su madurez, toda su biografía personal, está profunda e inevitablemente marcada por un oficio, que es su pasión y su sostén vital. Es decir, para ella sería imposible pensar en quién es fuera de los escenarios porque su identidad se construye a la par que la de la artista.
Sin embargo, lejos de tomarse esto como algo dramático, la sevillana se muestra satisfecha en ‘Yo soy’ sencillamente porque no se le ocurre ningún otro modo de ser más feliz que bailando. Por eso, agradece a su abuela el coraje y la fortaleza que le inculcó para mantenerse en pie desde bien chica (y no se cae al precipicio); a su madre el entusiasmo y la alegría con que mirar el mundo y al resto de sus maestros y acompañantes todas las enseñanzas que le han permitido estar donde está. “El codo como Pilar, chica; la cabeza en su sitio, bien arreglá; la cadera; bailarle al cante”, repetía guasona recordando los consejos de Rafael el Negro y Matilde Coral.
Recientemente, en una entrevista que mantuvimos en las jornadas ‘Archidona, tiene nombre de mujer’, contaba con absoluta sinceridad que cuando se piensa yendo a la academia con 5 o 6 añitos se recuerda feliz. Y lo que sorprende, y emociona, es que así la seguimos viendo ahora. Con los ojos igual de brillantes, las mismas ganas de comerse al público y la ilusión intacta.
De hecho, uno de los grandes logros de Isabel Bayón es su capacidad de seguir disfrutando en el escenario y de transmitir ese entusiasmo al patio de butacas. Es decir, consigue siempre llevarse a su terreno a los espectadores, porque a su exquisita técnica, a su conocimiento, a su impresionante capacidad expresiva, a su sensualidad y a su magnetismo se le suma lo más difícil: la alegría que da bailar como se es.
De esta forma, la luminosidad -¡bendita luz!-, el color y el optimismo sustituyeron aquí la posible ñoñería o nostalgia con que podría haberse narrado la propuesta. Es más, incluso en las voces en off de sus abuelos buscó lo entrañable y la sonrisa, no la lágrima. Y fue eso lo que más agradecimos de Bayón, a la que se le veía pletórica, segura y mandando sobre el escenario, consciente de su versatilidad y de sus recursos.
La primera parte, dedicada a su abuela, la inició con una emotiva nana cantada por ésta, fandangos con bastón -proyectados en video-creaciones sobre paneles- y petenera con bata de cola. Dejando claro ya la escuela de la que ha bebido pero también su personalidad arrolladora y su buen criterio.
Después continuó sacando del baúl de sus recuerdos divertidísimas anécdotas, como la de cuando su madre, quien hubiera sido cantaora de no ser por las circunstancias, fue a cantar al programa de Radio Sevilla ‘Conozca usted a sus vecinos’. En esta parte de la obra, Bayón sacó su estupenda vis cómica y de manera juguetona y divertida despertó las carcajadas de los espectadores bailando y cantando sevillanas, trabalenguas, tanguillos y rumbas como el juego que para ella fue. Demostrando que reconciliarte con tu pasado familiar, te reconcilia contigo mismo y es liberador.
Como cierre, soleá de Triana, tangos, garrotín, popurrí y cantiñas. El apoteosis en el que expresar en lo que se ha convertido y exponer lo que condiciona su modo de sentir artístico (también con Michael Jackson o Beyoncé). Así, en plena madurez artística, a la bailaora se le entiende hasta cuando se para y es un placer gozar con su baile poliédrico y con su manera de mantener el ritmo.
Especialmente emotivo y muy aplaudido, fue el bolero Dos Gardenias y el Romance de Curro el Palmo que cantó con su voz rozada y sensible Sandra Carrasco, a quien definitivamente se quiere ver más en Sevilla. Igualmente, la sevillana contó con un estupendo atrás en las guitarras y en las voces, perfectas y en sintonía toda la propuesta. Aunque, por poner un pero, le hubiera venido bien más picardía porque su cuerpo pedía a gritos reírse más y fueron demasiado formales. En cualquier caso, qué bien estas búsquedas y estas reconciliaciones.
Fotografías: Oscar Romero / La Bienal